A pesar de que en la Francia del siglo XIX el relato fantástico no fue un genero tan popular como en Inglaterra y Alemania, sí fue cultivado con interés por grandes autores: Charles Nodier, Alexandre Dumas, Théophile Gautier, Villiers de l’isle Adam y Prosper Mérimée dejaron algunas obras maestras del género fantástico y terror que todos recordamos. (Desgraciadamente, esta corriente se agotó casi por completo en el siglo XX.) Guy de Maupassant, que fue uno de los mejores y más perfectos representantes del Naturalismo literario comenzó a escribir cuentos de índole fantástica en sus últimos años de actividad, seguramente influido por lo trastornos psicológicos que comenzó a sufrir y que lo llevaron finalmente a la locura y muerte. La editorial Libros del Zorro Rojo presenta —en una edición verdaderamente soberbia— El Horla y otros cuentos de locura y horror, breve volumen que incluye, además del relato que le da título, otros dos cuentos cortos (La cabellera y Aparición).
Rafael Llopis, en su famosa Historia Natural de los cuentos de miedo escribe que «El terror que [Maupassant] expresa en sus cuentos es un terror personal e intransferible que nace en su alma enferma —y exclusivamente en ella— como presagio de su próxima desintegración». Y el mismo Maupassant confiesa: «Tengo miedo de mi mismo, tengo miedo del miedo; pero, ante todo, tengo miedo de la espantosa confusión de mi espíritu, de mi razón, sobre la cual pierdo el dominio y a la cual enturbia un miedo opaco y misterioso.» Esta es, precisamente, la materia prima con la que están construidas todas las historias fantásticas y de horror del escritor francés; nada de juegos eruditos, simpáticos fantasmas o leyendas antiguas, sino angustia en estado puro y un neurótico pavor a perder la razón recorren toda su producción de esta temática.
Aparición («Apparition», abril de 1883) es un cuento clásico sobre la aparición de un espectro de una mujer muerta en plena juventud. El misterio que envuelve el lugar y el modo de su última aparición, así como el terror padecido durante años por el narrador son los puntos fuertes del relato. La cabellera («Le chevelure», mayo de 1884) nos presenta la declaración detallada de una persona internada en un manicomio. Narra la paulatina e insana atracción del protagonista por una cabellera rubia hallada en un mueble antiguo, hasta desembocar en una alienación necrofílica delirante.
Las paredes de la celda estaban desnudas, encaladas. Una ventana estrecha y enrejada, abierta a gran altura para que no pudiera alcanzarse, iluminaba aquel cuartito, claro y siniestro; y el loco, sentado en una silla de paja, nos miraba con unos ojos fijos, vacíos y atormentados. Era muy delgado, con mejillas hundida, y cabellos casi blancos que se adivinaban encanecidos en unos pocos meses. Sus ropas parecía demasiado anchas para sus miembros enjutos, para su pecho encogido, para su vientre hueco. Uno sentía que aquel hombre estaba destruido, roído por su pensamiento, por un Pensamiento, como una fruta por un gusano. Su Locura, su idea estaba allí, en aquella cabeza, obstinada, atormentadora, devoradora. Se comía el cuerpo poco a poco. Ella, la Invisible, la Impalpable, la Inasequible, la Inmaterial Idea minaba la carne, bebía la sangre, extinguía la vida.
¡Qué misterio el de aquel hombre matado por un sueño! ¡Daba pena, miedo y piedad aquel Poseso! ¿Qué sueño extraño, espantoso y mortal habitaba en aquella frente que fruncía con profundas arrugas, siempre en movimiento?
El médico me dijo: «Tiene terribles accesos de furia, es uno de los dementes más singulares que he visto. Sufre de locura erótica y macabra. Es una especie de necrófilo. Además, ha escrito un diario que nos muestra de la forma más clara la enfermedad de su ánimo. En él, su locura es, por así decir, palpable. Si le interesa, puede echar una mirada a ese documento». Seguí al doctor a su gabinete y él me entregó el diario de aquel hombre desgraciado.
«Léalo —dijo—, y ya me dará su opinión….»Esto es lo que contenía aquel cuaderno:
Hasta la edad de los treinta y dos años viví tranquilo, sin amor. La vida me parecía muy sencilla, muy buena y muy fácil. Era rico. Me gustaban tantas cosas que no podía apasionarme por nada. ¡Qué bueno es vivir! Cada día me despertaba feliz para hacer las cosas que me agradaban, y me acostaba satisfecho, con la apacible esperanza del día siguiente y un de futuro sin preocupaciones. («La cabellera»)
El Horla («Le Horla», tercera versión, 1886) es una de las historias fantásticas más famosas y perfectas de la literatura universal. Ha dado lugar a interpretaciones de todo tipo: protagonista víctima de psicosis, visita de criatura alienígenas, vampirismo… Parece ser que la palabra horla deriva Hors-la, cuyo significado es: «aquello que está más allá, lo que excede a la percepción». Escrito utilizando la técnica de anotaciones de un diario (desde un 8 de mayo hasta el 10 de septiembre), El Horla es una obra innovadora, inquietante, en la que se introduce la presencia de este vampiro psíquico, un personaje a quien nadie ve, pero que su víctima, el narrador y protagonista, presiente de forma pavorosa. El Horla procede de otro universo, es otro modo de existencia, una entidad terrorífica que destruye a su víctima sin dejarse ver. Pocas veces se ha descrito de forma tan eficaz el miedo al miedo que sufre el desgraciado protagonista.
La edición de Libros del Zorro Rojo viene enriquecida por ilustraciones del artista argentino Mauro Cascioli. No conocía el trabajo gráfico de Cascioli, del que hay que decir que sus ilustraciones nos sumergen en un universo mórbido, de un goticismo simbolista exacerbado, efecto acrecentado por la utilización de la particular técnica de lápiz y tinta con la que consigue una serie de estampas verdaderamente extraordinarias.
En el panorama de la literatura fantástica europea del siglo XIX Guy de Maupassant ocupa un lugar esencial. Aunque seguramente se les repitan estos relatos, no se pierdan esta preciosa edición, que nos viene además en la mítica traducción de Mauro Armiño. Absolutamente recomendable.
Puntuación: 5 (de 5)
Libros del Zorro Rojo (2018)
Ilustraciones: Mauro Cascioli
Traducción: Mauro Armiño
80 págs.
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Estas historias nos sumergen en la atmósfera vital y creativa de uno de los más ilustres cuentistas franceses de todos los tiempos. De fuerte corte autobiográfico, esta tríada de relatos reúne los temas que atravesaron a Maupassant: la locura, el estado de conciencia alterado por la hipnosis y el terror frente a aquellos elementos inexplicables que generan sobre el cuerpo efectos incontrolables. El Horla, sobre todo, resulta una literaturización de su propia experiencia de alienación, alucinaciones y horror frente a lo inexplicable.
Las extraordinarias ilustraciones de Mauro Cascioli despliegan un universo simbólico que rebasa la posibilidad de asimilación al golpe de vista. La técnica en la utilización de lápiz y tinta alcanza extremos deslumbrantes de virtuosismo en composiciones caleidoscópicas que incrementan la profusión de los planos y los significados. (Sinopsis de la editorial)
Guy de Maupassant (Dieppe, Normandía; 5 de agosto de 1850 – París, 6 de julio de 1893). Hijo de una familia acomodada, a sus diecinueve años, y tras graduarse como bachiller, viajó a París para estudiar Derecho. En 1873 inició una intensa relación con Flaubert, quien lo orientó en sus manuscritos, además de introducirlo en los círculos literarios de la época. Colaboró con los periódicos Gil Blas y Le Gaulois, en los que, entre 1880 y 1890, aparecieron más de trescientos cuentos suyos. Publicó varias novelas, entre las que destacan La casa Tellier y Pierre y Jean. En 1891 fue internado en diversas casas de salud y escribió su testamento. El primer día de 1892 intentó cortarse la garganta con un abrecartas, tras lo cual fue internado en la clínica del doctor Blanche, en París, donde murió al año siguiente.
Mauro Cascioli (Buenos Aires, 1978). Egresado de la Academia de Bellas Artes de Buenos Aires, desde edades tempranas destacó por su talento natural para la ilustración. Ha desarrollado un intenso trabajo, tanto carteles para largometrajes y portadas de revistas (Wizard o Zenescope Entertainment), como en el terreno del cómic (trabaja para las editoriales Marvel y DC Comics). Alberto Durero, Yokoyama Taikan, Harry Clarke o Iván Bilibin orientaron su estética. Admirador del movimiento simbolista de finales del siglo XIX, concibe la naturaleza como la infinita fuente de inspiración.
¡Wow!
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