Uno de los aspectos más curiosos del drama Salomé de Oscar Wilde —y que yo desconocía completamente— es que fue escrito por el escritor irlandés originariamente en francés, y fue traducido después al inglés por lord Alfred Douglas, destinatario de la dedicatoria de la versión inglesa. La traducción que se ofrece aquí es la clásica de Rafael Cansinos Assens aparecida en su libro Salomé en la litertura (Flaubert, Wilde, Mallarmé, Eugenio de Castro, Apollinaire), publicado en Madrid en 1919 por Editorial América y basada en la original francesa editada en 1893 en París por Librairie de l’Art Indépendant y dedicada al escritor Pierre Louÿs.
La historia de Salomé y Herodías es archiconocida ya que aparece en el Evangelio de Marcos y en las Antigüedades judías de Flavio Josefo. Los hechos acontecen en el alcázar de Maqueronte (actual Jordania). Allí viven el tetrarca Herodes Antipas con su esposa Herodías y su hijastra Salomé (Herodías estuvo casada primero con Herodes Filipo I, su tío, y después con su hermano, Herodes Antipas). Se celebra el cumpleaños de Herodes, que tiene numerosos e importantes invitados, tanto judíos como romanos. Salomé oye a Jokanaan (Juan el Bautista) encerrado en una mazmorra del palacio y pide que lo saquen para verlo. Cuando logra que se lo muestren queda aturdida por la fuerza salvaje del prisionero y pide besarlo («Déjame besar tu boca, Jokanaan») a lo que se niega totalmente el profeta con el enojo y amenazas consiguientes de la joven («Besaré tu boca, Jokanaan. Besaré tu boca»). Aparece Herodes ebrio y dice a Salomé, a la que desea, que baile para él y que le pida lo que quiera, incluso medio reino, pero Salomé quiere la cabeza de Juan en una bandeja. Herodes, aterrado por esa crueldad no quiere acceder a esa demanda —él teme profundamente a Juan, al que cree Elías— pero no puede echarse atrás con su promesa por lo que ordena la ejecución del profeta y posteriormente, espantado de la acción, de la propia Salomé.
ESCENA
Amplia terraza en el alcázar de Herodes, pared por medio con el salón del festín. Algunos soldados se apoyan en sus armas. A la derecha, una gran escalera; a la izquierda, en el fondo, una antigua cisterna, con tapa de bronce pintada de verde. La luna reluce muy clara y las estrellas brillan en el cielo.
NARRABOTH (Atisbando por entre las cortinas del refectorio): —¡Qué hermosa está esta noche la princesa Salomé!
PAJE: —Mira el disco de la luna, qué raro parece. Como el semblante de una muerta que se levanta de su sepulcro en busca de otros muertos.
NARRABOTH: —Muy raro parece, sí. Como una princesita que se cubre con un velo amarillo y tiene por pies blancas palomas. Cualquiera diría que danza.
PAJE: —Como una mujer que está muerta. Camina lentamente. (Bullicio en el salón del festín)
SOLDADO PRIMERO: —¡Qué estrépito! ¿Qué fieras son esas que ahí dentro aúllan
SOLDADO SEGUNDO: —Judíos. (Con sequedad) Siempre hacen lo mismo. Discuten de religión.
SOLDADO PRIMERO: —Me parece ridículo discutir de esas cosas.
SOLDADO SEGUNDO: —Siempre están ahí. Los fariseos afirman la existencia de los ángeles, y los saduceos la niegan.
SOLDADO PRIMERO: —Ridícula e inútil discusión.
NARRABOTH (Con vehemencia): —¡Qué hermosa está la princesa Salomé esta noche!
[…]
Todo el refinamiento, la crueldad, el malditismo y el orientalismo de la literatura decadentista están presentes en este breve drama simbolista, tan eficaz (o más) en la lectura como en la representación teatral. No importa que el argumento haya sido muchas veces utilizado —especial deuda tiene este drama con la Herodías de Flaubert— con maestría; el momento cuando aparece la cabeza del Bautista sobre la bandeja tiene tal fuerza que siempre recordaremos con horror los besos que, en la versión de Wilde, Salomé da apasionadamente al muerto («He besado tu boca, Jokanaan. He besado tu boca»).
El otro aspecto fundamental de esta edición de Salomé son los 17 dibujos que el ilustrador inglés Aubrey Beardsley hizo para esta obra. Cuando se publicó Salomé en febrero de 1893, Beardsley realizó un dibujo (J’ai Baisé Ta Bouche, Jokanaan) para el número de abril de revista de arte The Studio, dibujo que inspiró a Wilde y a su editor Lane la decisión de encargar al joven dibujante todas las ilustraciones para la versión inglesa, que se publicaría en febrero de 1894. Oscar Wilde tenía en alta consideración el trabajo de Beardsley («el único artista que, además de mí, sabe lo que es la Danza de los Siete Velos, y puede ver esa danza invisible») ya que coincidía en gran manera con sus postulados estéticos (un estilo de ascendencia simbolista y prerrafaelista, un universo mórbido y refinado plagado de alusiones eróticas y macabras). En 1907 John Lane editó un álbum titulado A Portfolio of Aubrey Beardsley’s drawings illustrating «Salome» by Oscar Wilde, que contiene las ilustraciones tal como fueron concebidas, sin las censuras ni las mutilaciones que sufrieron la primera edición y la mayoría de las posteriores. (Las reproducciones de la presente edición se basan en las de ese álbum.)
Para finalizar, y como siempre que nos referimos a las producciones de Libros del Zorro Rojo, hay que señalar que esta edición de Salomé es absolutamente exquisita, un verdadero regalo para los sentidos. Imposible no recomendar su adquisición inmediata.
Puntuación: 5 (de 5)
Libros del Zorro Rojo (2020)
Ilustraciones: Aubrey Beardsley
Traducción: Rafael Cansinos-Assens
102 págs.
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La cabeza de Juan el Bautista a cambio de una danza erótica: la pieza teatral en un acto de Oscar Wilde lo reunía todo para escandalizar a la sociedad victoriana. Escrita originalmente en francés, se publicó en París en 1893, y un año después se tradujo al inglés. Provocativa e incendiaria, Salomé fue interpretada por Sarah Bernhardt y prohibida en Inglaterra por representar personajes bíblicos. La ópera de Richard Strauss cosechó, en su estreno en Estados Unidos, feroces críticas que llevaron a la cancelación de todas sus funciones. Oscar Wilde, condenado a dos años de trabajos forzosos por difamación pública contra el pudor, no pudo presenciar su estreno el 11 de febrero de 1896 en el Théâtre de l’OEuvre de París. (Sinopsis de la editorial)
Oscar Wilde fue poeta, novelista y dramaturgo, recordado sobre todo por su única novela, El retrato de Dorian Gray (1891), las notables comedias El abanico de Lady Windermere (1892) y La importancia de llamarse Ernesto (1895). Estudió en el Magdalen College de Oxford, donde se familiarizó con las teorías de Walter Pater y John Ruskin sobre la centralidad del arte en la vida. En la década de 1880 abrazó el Esteticismo. «La belleza es la única cosa que el tiempo no puede dañar. Las filosofías se derrumban como arena; las creencias pasan una tras otra; pero lo que es bello es un goce para todas las estaciones, una posesión para toda la eternidad». En 1891 escribió en francés la pieza teatral Salomé, drama bíblico en un acto que conoció el repudio y la censura. En 1895 inició un juicio por difamación al marqués de Queensberry -padre de su amigo íntimo Lord Alfred Douglas-, que lo había acusado de sodomía. El marqués, absuelto, acusó a su vez a Wilde, que fue condenado a dos años de trabajos forzosos. En prisión escribió De Profundis, extensa carta en la que reflexiona sobre el dolor. Al salir de la cárcel, arruinado espiritual y materialmente, se mudó a París, donde vivió bajo el nombre de Sebastian Melmoth y escribió La balada de la cárcel de Reading (1898), en la que denunció las condiciones inhumanas en las prisiones. Murió en París, en la indigencia, a los cuarenta y seis años por una meningitis.
Aubrey Beardsley (Brighton, Susex, 1872 – Menton, 1898). Pintor e ilustrador inglés, una de las más importantes figuras del Esteticismo, después de Oscar Wilde, y crítico implacable de la sociedad victoriana. Solo tuvo unos meses de instrucción formal en la Westminster School of Art. Sus dibujos, influidos por los grabados japoneses, ponen énfasis en lo grotesco, lo decadente y lo erótico. Contribuyó decisivamente al movimiento francés del arte del cartel y del Art Nouveau. En 1894 entró como jefe de arte en la publicación The Yellow Book, de la que fue despedido en 1895 tras el escandaloso juicio a Wilde. En 1896 trabajó en la revista The Savoy, dirigida por Leonard Smithers, librero, libertino y pornógrafo. Ilustró varios libros, entre ellos, La violación del candado de Alexander Pope y Lisístrata de Aristófanes. Delicado de salud desde que contrajo tuberculosis a los seis años, volvió a sufrirla a los diecisiete, y a los veinticuatro era un inválido. Falleció en Menton en 1898.
Bello texto e ilustraciones (como también la ópera que le escribió Richard Strauss: un importante espaldarazo en el mundo germánico). Un saludo.
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Tiene Aubrey Beardsley una novela inconclusa (Historia de Venus y Tannhäuser) publicada por Libros Hiperión, que es el culmen del decadentismo y que te recomiendo si no la conoces. Saludos.
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