¿Quién no recuerda haber leído en su niñez algunas adaptaciones de las fábulas de Esopo? Aunque los años borraron muchas de esas historias siempre es posible recuperarlas acudiendo a las numerosas ediciones críticas disponibles. Cuando se leen de adulto aparecen más frescas y divertidas de lo que recordaba —puede que este hecho esté favorecido por la atractiva traducción de Pedro Bádenas de la Peña—, claramente rejuvenecidas gracias al auge actual de la microficción, género que indudablemente tiene, entre sus muchas fuentes, a la fabulística clásica.
Una de las bondades de esta nueva edición de las Fábulas de Reino de Cordelia, aparte de la tradicional calidad material y estética de la editorial, es que recoge el casi centenar de ilustraciones realizadas por el artista británico Arthur Rackham para la una edición londinense de 1912, muchas de ellas a toda página y en color. De hecho, el traductor y editor de esta antología ha icluido los textos de esa edición de 1912 rastreando su origen (a veces confuso) para realizar la traducción griega y latina de las versiones originales. El resultado final son 284 fábulas, la mayoría de Esopo, que se completan con unas ochenta de los escritores latinos Fedro (siglo I d.C.) y Babrio (siglo II d.C.) que hasta tal punto siguen la tradición esópica que es difícil establecer la autoría exacta en algunos casos. Los argumentos y los personajes de estas fábulas han sido permanentemente reescritos y actualizados a lo largo de los siglos, formando parte desde siempre del acervo cultural de Occidente. Aún hoy siguen siendo una fuente de importante inspiración para la literatura infantil y las artes gráficas.
UNA ZORRA hambrienta, al ver unos racimos colgando de una parra, quiso atraparlos y no pudo. Marchándose, dijo para sí: «Están verdes».
Así, también, algunos hombres inhábiles por su incapacidad para lograr lo que quieren echan la culpa a las circunstancias.HERMES, venerado exageradamente por un hombre, lo recompensó con una oca que ponía huevos de oro. Como no tuvo paciencia para sacar el
provecho poco a poco y creyó que la oca por dentro era enteramente de oro, sin esperar a más, el hombre la sacrificó. Y pasó que no solo se equivocó en lo que pensaba, sino que también se quedó sin huevos, pues por dentro era toda de carne.
De igual modo, en muchas ocasiones, los ambiciosos, por su ansia de mayores beneficios, pierden incluso lo que tienen entre manos.UN CUERVO que había robado un trozo de carne se posó en un árbol. Y una zorra que lo vio quiso adueñarse de la carne. Para ello, se detuvo y empezó a exaltar su elegancia y belleza; además, le dijo que le sobraban méritos para ser el rey de las aves y que, sin duda, podría serlo si tuviera voz. Al querer demostrar a la zorra que tenía voz, el cuervo dejó caer la carne y se puso a dar grandes graznidos. La zorra se lanzó veloz y se llevó la carne. Luego le dijo: «Cuervo, si además tuvieras seso, nada te faltaría para ser el rey de las aves».
La fábula vale para el insensato.UN BURRO, conducido por un arriero, después de marchar un rato por el camino, abandonó la senda lisa y se fue por una escarpada. Como estaba a punto de despeñarse, el arriero lo agarraba por la cola y trataba de hacerle volver atrás. Pero el burro se resistía enérgicamente. Entonces, el arriero, soltándolo, dijo: «Tú ganas, pero mal triunfo te llevas».
La fábula es adecuada para el pendenciero.
Tenemos fábulas extraordinariamente populares —La cigarra y la hormiga o La zorra y el cuervo son ejemplos claros— junto a otras menos conocidas y escasamente difundidas. Todas suelen tener una estructura muy simple (aunque también hay algunas más complejas en la forma) consistente en una historia sencilla y clara más una moraleja (epimitio) final, esto es, una enseñanza de validez universal extraída del relato. Se puede observar que estas historias son siempre de dos tipos: o bien los protagonistas son animales con cualidades humanas (zorras, ranas, cuervos, leones…), o bien están protagonizadas por personas (a veces junto con animales); en ambos casos los protagonistas aparecen los como arquetipos de las virtudes y los defectos humanos. Encantadoras y cándidas unas veces; otras, crueles y mordaces, la lectura de estas fábulas siempre resulta placentera.
Habrán observado que el término moraleja es un diminutivo despreciativo de moral; esto muestra que la enseñanza aportada es más bien superficial y de brocha gorda. Las fábulas fueron impugnadas por autores ilustrados como Rousseau y Lessing, para los cuales la moraleja de muchas de ellas es ruin, cobarde y defensiva —parece ser que Esopo y Fedro fueron esclavos, lo que explicaría sus enseñanzas— o, cuanto menos, equívoca y ambivalente. El español Ramón Pérez de Ayala, que dedicó algunos ensayos a las fábulas, escribió lo siguiente: «Las fábulas, como la naturaleza misma, no son morales ni inmorales, ni siquiera amorales. Son inframorales o premorales. […] no enseñan nada a priori pero confirman a posteriori sinnúmero de hechos perdurables desde que el mundo es mundo». En definitiva, en la fábula de la hormiga y la cigarra el lector ahorrativo y prudente se identificará con la hormiga y el derrochador y manirroto con la cigarra. A pesar de eso, las fabulas han constituido durante siglos una de las principales fuentes de enseñanza para amplias capas de la población que tenían en estos exempla, fácilmente memorizables, su único asidero de formación moral.
El volumen se completa con Esópica, un epílogo de Pedro Bádenas de la Peña que supone una interesante aproximación al fenómeno fabulístico grecorromano en el que se establecen sus tipologías y estructuras básicas, el incierto origen del propio Esopo, las imitaciones de Fedro y Babrio (que escribió en griego) y su tardía vocación literaria y universal.
Si están pensando qué regalar (o regalarse) las próximas fiestas navideñas no le den más vueltas y háganse con un ejemplar de Fábulas de Esopo, un clásico para toda la vida y para todas las edades.
Puntuación: 5 (de 5)
Reino de Cordelia (2020)
Colección: Literatura, 133
Traducción: Pedro Bádenas de la Peña | Ilustraciones: Arthur Rackham
384 págs
Ver y Comprar este libro en Amazon: https://amzn.to/39iDgGS
Después de haber ilustrado con enorme éxito los Cuentos de los Hermanos Grimm, Peter Pan y Alicia en el País de las Maravillas, el dibujante inglés Arthur Rackham decidió poner imágenes a las clásicas Fábulas de Esopo. Para ello hizo cerca de cien ilustraciones, quince en color, en un alarde gráfico que hasta ahora no había sido publicado en español. Pedro Bádenas de la Peña, uno de los mayores expertos en Esopo, ha traducido directamente del griego y del latín estos relatos breves del volumen de Rackham, casi siempre protagonizados por animales que hablan y razonan como los hombres y que invariablemente acaban en una moraleja aleccionadora. (Sinopsis de la editorial)
Esopo comparte un privilegio similar al de Homero: el de no haber existido
nunca. Los testimonios de Heródoto, así como los de Aristófanes y Plutarco lo consideraban un autor de relatos ingeniosos que pudo vivir en la isla de Samos, allá por el siglo VI a.C. La universalización de sus fábulas se debe a los grandes fabulistas de época imperial romana: Fedro (siglo I d.C.) y Babrio (siglo II d.C.), cuya contribución fue determinante para la transmisión del género hasta hoy día.
Arthur Rackham (Londres, 1867 – Limpsfield, 1939) se hizo popular internacionalmente por sus acuarelas y tintas para los Cuentos de los Hermanos Grimm (1900), Peter Pan (1906), Alicia en el País de las Maravillas (1907), El sueño de una noche de verano (1909), El oro del Rin y la Valkiria (1911) y El rey Arturo y los caballeros de la Tabla Redonda (1917). Premiado con medallas de oro en las exposiciones universales de Milán (1906) y Barcelona (1911), su obra modernizó la ilustración durante el salto entre los siglos XIX y XX, aportando una elegancia formal de amplio registro, muy evidente en su trabajo para las Fábulas de Esopo (1912).