He leído con inmenso placer dos o tres veces los relatos completos de Sherlock Holmes pero, aparte de esas obras inmortales, no he frecuentado otros libros de Conan Doyle, escritor bastante prolífico que cultivó casi todos los géneros con éxito. Fue, sin duda, el más grande escritor de género de la literatura británica de su época, dedicando parte de su producción a los relatos de misterio, terror y sobrenaturales, que muy bien se pueden calificar genéricamente como góticos. Como es conocido, el cuento gótico experimentó un extraordinario desarrollo en el mundo angloamericano, donde la obsesión por el espiritismo, el trasmundo y por la vida después de la muerte se plasmará en el desarrollo de un tipo de narración particular (Ghost story) que ha dado infinidad de obras maestras a la literatura. Pues bien, Alba Editorial ha publicado en un único volumen, y en su magnífica colección Clásica Maior, todas las historias que Conan Doyle dedicó a ese género a lo largo de toda su carrera; en total 34 cuentos, en general cortos, con los que podremos confirmar plenamente que el arte narrativo del que el autor hacía gala en su serie de Holmes permanece igual de eficaz en estos relatos. La mayoría de los cuentos fueron publicados en revistas populares de gran difusión, tales como Strand Magazine (revista donde vieron la luz los casos de Sherlock Holmes), The Idler, Pearson´s y Cornhill magazine. Posteriormente fueron agrupados por el autor en su libro The Conan Doyle Stories (Londres, 1929).
Una de las principales características de las narraciones góticas de la época victoriana es que abandonan los excesos del periodo romántico para situarse en una realidad cotidiana descrita siempre con suma precisión y verosimilitud. Narradas en primera persona por gentes dignas de toda confianza (médicos, universitarios, profesores, contables) estas historias góticas de Conan Doyle son presentadas con la rigurosidad de un atestado policial o judicial; sin embargo, poco a poco, el misterio, lo escabroso y lo inexplicable se va mostrando ante el narrador y ante el lector en un in crescendo que suele desembocar en un final sorpresivo pero no siempre fantástico o sobrenatural.
Sería una imprudencia de mi parte decir que atribuyo la muerte de mi pobre amigo, John Barrington Cowles, a algún fenómeno sobrenatural. Soy consciente de que, en el estado actual de la opinión pública, sería necesaria una cadena de pruebas muy sólidas para admitir la posibilidad de semejante conclusión.
Me limitaré por tanto a exponer las circunstancias que condijeron a este triste suceso con la mayor concisión y claridad posibles, y a dejar que cada cual saque sus propias deducciones. Tal vez alguien pueda iluminar lo que para mí sigue estando oscuro.
Conocía a Barrington Cowles cuando fui a la Universidad de Edimburgo a estudiar medicina. Mi casera de Northumberlan Street tenía una casa grande, y como era una viuda sin hijos, se ganaba la vida ofreciendo alojamiento a estudiantes.
Resultó que Barrington Cowles había alquilado un cuarto en la misma planta que yo, y cuando nos conocimos algo mejor empezamos a compartir una salita de estar en la que también comíamos. Surgió así entre nosotros una amistad que nunca se vio afectada por el más mínimo desacuerdo hasta el día de su muerte.
El padre de Cowles era el coronel de un regimiento «sij» y había pasado muchos años en la India. Sostenía a su hijo con una generosa asignación pero rara vez daba otras muestras de afecto paternal: sus cartas eran irregulares y breves. (del relato » John Barrington Cowles»)
H.P. Lovecraft, en su famoso ensayo El horror sobrenatural en la literatura, pondera positivamente la labor de Conan Doyle en el campo del cuento de terror: «Doyle, de vez en cuando, pulsa una poderosa nota espectral, como en El capitán del Polestar, un cuento de fantasmas que transcurre en el Ártico, y El lote nº 249 en donde el tema de la momia resucitada está utilizado con un talento fuera de lo común». Pero como ya he dicho, no es en el campo del terror puro donde hay que inscribir la mayoría de estas narraciones, que se inclinan más por el misterio inquietante, ominoso, criminal y macabro. Los argumentos son muy variados e incluyen las inquietudes típicas de la imaginación gótica victoriana: espiritismo, fenómenos sobrenaturales y el mundo oculto; la realidad colonial, la egiptomanía y el pánico al peligro amarillo; horrores médicos y quirúrgicos; relatos psicológicos de locura, obsesión y asesinato; historias de premoniciones y fenómenos inexplicables.
Destacables son los extraordinarios cuentos marineros —Conan Doyle trabajo en su juventud como médico en un barco— como El arcón de rayas, El capitán del Polestar y Declaración de J. Habakuk Jephson. Igualmente perfectos son los relatos sobre criaturas desconocidas, como El horror las alturas y El terror de la cueva de Blue John, o de venganzas terribles, como La nueva catacumba o El gato brasileño. La Ghost story clásica encuentra su mejor exponente en textos como Jugar con fuego y La mano morena. Y, por supuesto, el misterioso mundo del antiguo Egipto viene representado magistralmente en El lote nº 249 (con momia incluida) y El anillo de Thoth. En todos estos relatos el escritor escocés se revela como un consumado maestro en el arte de contar historias en las que el misterio camina de la mano del horror y de lo insólito, todo ello mientras mantiene la atención del lector. Una forma clásica de narrar que es difícil de mejorar.
Salvo alguna pieza más floja y olvidable, la calidad de todos estos relatos de Conan Doyle es muy alta. Quizá, considerados individualmente no alcanzan las cimas de los maestros del género (M.R. James, Kipling o Machen, por ejemplo) pero tomados en su conjunto forman unos de los corpus de narraciones góticas más completos, variados y fascinantes de la edad dorada de la literatura británica de misterio y terror. Por si fuera poco para su total recomendación, la edición de Alba es magnífica: tapa dura con sobrecubierta, cinta de lectura y traducción impecable.
Hay pocos placeres comparables a la lectura de un buen relato clásico de misterio durante una tarde otoñal. Estos Cuentos góticos completos de Conan Doyle les proporcionarán muchos de esos momentos.
Puntuación: 5 (de 5)
Alba editorial (2020)
Traducción: Catalina Martínez Muñoz
Colección: Clásica Maior, LXXXII
600 págs.
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Aunque fue sin duda Sherlock Holmes quien le dio su fama y su lugar en la historia de la literatura, Arthur Conan Doyle se sentía un poco molesto por esa identificación tan absoluta con el relato detectivesco: de hecho, él siempre quiso que se le recordara como novelista histórico. Pero fue el género gótico el que quizá ocupó más ampliamente su imaginación. Darryl Jones ha reunido en este volumen sus Cuentos góticos completos, treinta y cuatro piezas que, de 1880 a 1922, revelan la original contribución a ese género que acabó sacando a la luz algunas de las obsesiones y tensiones no resueltas de la cultura victoriana: la posibilidad de que lo familiar se convierta en monstruoso, el temor a una venganza colonial que destruya el Imperio británico, la existencia de espíritus más allá de la muerte que se comunican con los vivos, la duda –en fin− de que el pensamiento científico y racional sobre el que se asiente la sociedad pueda explicarlo todo. O quizá lo siniestro y lo infame formen parte de la misma naturaleza. Con prudencia, casi con la seguridad de que no van a ser creídos, muchos de los narradores de estos cuentos exponen su testimonio de misteriosas desapariciones, malignas influencias hipnóticas, llamadas irresistibles al suicidio y a la muerte, animales grotescos, unicornios furiosos, momias que vuelven a la vida, objetos que conservan escenas truculentas del pasado que ciertos espíritus sensibles pueden reconstruir… Una colección extraordinaria de personajes y tramas de la mano de uno de los escritores más imaginativos de la literatura británica. (Sinopsis de la editorial)
Arthur Conan Doyle nació en Edimburgo en 1859, en una familia católica de origen irlandés. Su padre era un funcionario alcohólico y epiléptico, pero pertenecía a una familia rica e influyente de artistas. Arthur fue educado en un internado jesuita inglés y estudió Medicina en Edimburgo, donde se licenció en 1885. Trabajó en un hospital de su ciudad, fue médico a bordo de un ballenero y, a la vuelta, abrió consulta en Southsea, sin mucho éxito.
En 1879 había publicado su primer relato, The Mystery of the Sasassa Valley, pero no sería hasta 1887 cuando crearía al personaje que habría de hacerle célebre, el detective Sherlock Holmes, en Un estudio en escarlata. Con El signo de los cuatro (1890) y La compañía blanca (1891) pudo abandonar el ejercicio de la medicina y dedicarse a escribir. Las aventuras de Sherlock Holmes (1892) y Las memorias de Sherlock Holmes (1894) fueron un gran éxito, pero el detective no reaparecería en su obra hasta El perro de los Baskerville (1891) y, por la generosa oferta de una revista neoyorquina, en El regreso de Sherlock Holmes (1903). En 1900 había combatido en la guerra de los bóers y en 1902 publicó The War in South Africa: Its Causes and Conduct, por el que fue condecorado. El mundo perdido (1912) y El valle del terror (1915) se cuentan entre sus últimas obras de ficción. La magia y el espiritismo (sobre el que escribió varios libros) fueron sus intereses de esa última época. Murió en 1930 en Crowborough, Hampshire.
Los libros de Alba son un acierto (y una ruina para el bolsillo) constante.
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