Este título que a continuación comentamos en Libros de Cíbola supone un doble descubrimiento: primeramente, de Firmamento Editores, una nueva editorial que llega al mercado literario español desde la ciudad de Cádiz; en segundo lugar, el rescate de El despertar de Lázaro (1994) de la costarricense Julieta Pinto (San José, 1921), centenaria escritora prácticamente inédita en España. Esta obra llega de la mejor manera posible, en una inmejorable y cuidada edición que hace justicia a la gran calidad de esta novela breve. Firmamento es una editorial independiente que nace con la intención de recuperar «la tradición no ortodoxa de la literatura europea e hispanoamericana» y que promete un catálogo de huye de los caminos más trillados y previsibles.
Como he señalado antes, mi desconocimiento sobre Julieta Pinto era total, pero por las informaciones que aporta la editorial descubrimos que la autora costarricense ha llevado una carrera literaria amplia, variada y exitosa, aunque desgraciadamente ha sido poco conocida y leída fuera de su país. Sea como fuere, El despertar de Lázaro, una de sus últimas obras, es una novela intensa y absorbente, escrita con un impecable lenguaje literario de reminiscencias bíblicas, claro, diáfano, de frases cortas, sintaxis sencilla y vocabulario exacto. El despertar de Lázaro no es una obra de mera recreación histórica y de entretenimiento; al contrario, su lectura deja cierto poso de angustia y desasosiego, ya que logra hacernos sentir solidarios con el terrible drama psicológico en el que vive Lázaro de Betania. Con esta novela obtuvo Julieta Pinto en 1994 el Premio Aquileo J. Echeverría, máximo galardón literario del país centroamericano otorgado a una obra.
¡Fue declarado culpable! Ayer lo escuché por boca de Caifás, el Sumo Pontífice. Nadie reparó en el reflejo sumiso, propio de mi rostro, ni en mi cuerpo reclinado en una columna. Las palabras, terriblemente breves, ahogaron mis oídos y quedé sordo al clamor de los demás: gritos, alborozo, llantos, perjurios, misericordia y asombro; asombro de que se le pudiera condenar. Nadie quedó insensible a la sentencia. En mí se mezclaron el odio y el amor y fui sacudido por los espasmos del llanto y de la risa.
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Noches enteras sin dormir. Noches que me recuerdan los días de mi lucha entre el ser y la ausencia de ser.
La oscuridad es profunda. Se han ido los brillos del cielo desde que fue declarado culpable. Deseo levantarme, ir a la cárcel, interrumpir sus pensamientos y arrojarme a sus pies en busca de perdón. Desearía su ira, pero sé que escucharé sólo palabras compasivas y esa sonrisa triste que conozco tan bien me hará estremecer de dolor. Permanezco recostado, los ojos abiertos a las tinieblas, oyendo el lento gotear del tiempo.
¿Y si el Procurador Pilato lo perdona? Ostenta el poder de Roma. Su esposa tuvo un sueño donde vislumbró nefastas consecuencias para el imperio y su familia por la muerte de Jesús. Pilato no cree en sueños ni vaticinios, pero los ruegos de su mujer podrían conmoverlo y quizá lo indulte a fin de recuperar la paz del hogar. Su único deseo es regresar a Roma y evitar el contacto con nosotros los judíos. Desprecia y envidia nuestra fe, necesita estar cerca del centro del imperio para sentirse seguro. Lo vi un día en la calle, con su túnica blanca recogida por temor a ensuciarla y una mueca de asco en su boca. Sus ojos miraban al frente para no contemplar la miseria a su alrededor; un pañuelo perfumado cubría su nariz. Él tiene la vida de Jesús en sus manos; él, que no es de nuestra sangre, no debería inmiscuirse en nuestros asuntos. Los sacerdotes lo instigan a condenarlo a muerte.
Yo vi a Jesús cuando, lleno de furia, expulsó a los mercaderes del Templo. Tomó un látigo en la mano y dijo: «Mi Casa es de oración, mas vosotros la tenéis convertida en una cueva de ladrones», y restallando el látigo gritó: «¡Fuera todos!». Salieron espantados por el atrevimiento de ese hombre; oí que los sacerdotes juraban venganza.
La novela narra, en forma de monólogo interior de Lázaro, el breve periodo que transcurre entre el prendimiento y la resurrección de Jesús. Lázaro se siente en todo momento un marginado («Después de levantarme del sepulcro soy un hombre diferente y no me importan los demás») lleno de odio y rencor hacia Jesús por no haberle curado cuando estaba enfermo en vez de resucitarlo una vez muerto. Incapaz de soportar «una vida rota, destruida por la memoria omnipresente de la muerte, una vida que nunca será verdadera», Lázaro deambula esos días por las calles y los alrededores de Jerusalén recordando sus encuentros y conversaciones con Jesús, siempre entre la admiración y el rencor hacia Él. Aunque en términos generales Pinto ajusta bastante fielmente a los relatos evangélicos, también propone nuevas e interesantes interpretaciones. Una de ellas nos muestra a Lázaro como antiguo amante de Magdalena, de la que está enamorado, precisamente hasta que ésta abandona su vida anterior para seguir a Jesús; en otra aparece Lázaro como el inductor de la traición de Judas —que sólo aceptaba a Jesús como Rey mesiánico de Israel frente a Roma—, personaje mostrado como pusilánime e incapaz por sí mismo de la felonía. Lázaro se muestra en todo momento como un hombre confuso, carcomido por la duda, presa del miedo y del remordimiento, incapaz de entender el mensaje y la actitud resignada de Jesús, y por supuesto, totalmente obsesionado con la muerte.
Novela muy estimable que se lee de una sentada, El despertar de Lázaro supone la mejor presentación posible para la escritora centroamericana.
Firmamento Editores (2021)
Colección: Narrativa
112 págs.
Puntuación: 4 (de 5)
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La obra narrativa de Julieta Pinto, una de las autoras mayores de las letras hispanoamericanas, abunda libro a libro en la denuncia cívica de una sociedad en crisis. En El despertar de Lázaro, reescribe uno de los mitos fundadores de la cristiandad para brindarnos una historia memorable sobre el aniquilamiento del ser humano y el desgarro de la separación. Tomando como motivo la resurrección de Lázaro de Betania, Pinto nos sitúa ante la vertiente más humana del personaje bíblico, prescindiendo de consideraciones teológicas para hurgar con honestidad en su conciencia e iluminar así los intersticios que se solapan entre la vida y la muerte. Alternando pasado y presente en un relato dinámico que, no obstante, apenas si se desvía de los escritos bíblicos y que atrae desde el inicio la atención del lector, Lázaro, convertido en cronista involuntario de la persecución que Pilato ha orquestado contra Jesús, reprochará a su maestro que le haya resucitado y dará testimonio -un testimonio crítico y escéptico, construido en los márgenes- de sus últimos días antes de caer en el hondo vacío existencial en que le sume su inesperado regreso. (Sinopsis de la editorial)
Julieta Pinto nació en San José, Costa Rica, en 1921. Tras licenciarse en Filología, viajó a Francia para realizar un doctorado en Sociología de la Literatura en la Universidad de la Sorbona, viéndose obligada a abandonarlo para cuidar de su hijo, gravemente enfermo. Ejerció la docencia, primero en la Universidad de Costa Rica y más tarde en la Universidad Nacional, desempeñando asimismo importantes cargos en la administración pública, impulsada por sus preocupaciones sociales en torno a los sectores campesinos y urbanos más desfavorecidos. Su trayectoria literaria la ha hecho merecedora del Premio Nacional «Aquileo J. Echeverría», en las ramas de cuento y novela, y del Premio de Cultura «Magón», el más alto reconocimiento literario que concede el país centroamericano. Asimismo, ha sido miembro de número a la Academia Costarricense de la Lengua desde 1992 hasta 2012. En su riquísima y variada producción narrativa, sobresale por igual el cultivo del relato breve y la novela extensa, cuya prosa destila la sobriedad y la elegancia de un estilo refractario a la ostentación. Ha publicado más de una treintena de libros, entre los que conviene destacar los volúmenes de relatos Cuentos de la tierra (1963), Si se oyera el silencio (1967), Los marginados (1970), A la vuelta de la esquina (1975), Abrir los ojos (1982) o Detrás del espejo (2000), y las novelas La estación que sigue al verano (1969), El sermón de lo cotidiano (1977), El eco de los pasos (1979), Entre el sol y la neblina (1987), Tierra de espejismos (1991), El despertar de Lázaro (1994) o El lenguaje de la lluvia (2002).
(Nota: José de Ribera, La resurrección de Lázaro, 1616)