{Reseña} Jean Lorrain: Historias de máscaras (Abada)

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Es posible que Jean Lorrain sea el más exagerado exponente del decadentismo y dandismo literario de la Europa finisecular. Creo que ni Charles Baudelaire, ni Auguste Villiers de L’Isle-Adam, ni Barbey d’Aurevilly, ni Joris-Karl Huysmans, ni siquiera el incomparable Oscar Wilde, alcanzaron las cotas de provocación, exhibicionismo personal, mordacidad y malditismo de Paul Alexandre Martin Duval, conocido literariamente con el pseudónimo de Jean Lorrain. Entre su amplia producción narrativa destacan varias colecciones de cuentos, algunas de las cuales pueden considerarse como cimas del género en su versión decadentista. Uno de sus títulos de relatos más justamente célebre es Historia de máscaras, publicado hace poco tiempo por Abada Editores en una muy estimable traducción de Alexandra Bouteaux y Luis Puelles. Este título se une al puñado de obras de Lorrain que tenemos disponibles actualmente en las librerías españolas —Cuentos de un bebedor de éter, Monsieur de BougrelonSalvad Venecia—, pero que son suficientes para dar una visión de conjunto del estilo e inquietudes del escritor francés.

La literatura decadente se caracteriza, en palabras del escritor y estudioso del tema Luis Antonio de Villena, por dos aspectos: «de un lado, y básicamente, la excepcionalidad de personajes y temas […], de sucesos peculiares que suceden a seres peculiares. De otro lado, esos personajes —lujosos siempre—, en algún modo se moverán entre la marginalidad y el exceso». Fenómeno sociocultural complejo, el decadentismo es una respuesta al positivismo reinante, a la prosaica vida burguesa, una apuesta por la trasgresión, por la ambigüedad y por la singularidad. Pues bien, Jean Lorrain, «sin duda, el gran autor de la narrativa decadente» (Luis Antonio de Villena), dio a la imprenta varios libros de relatos, de entre los que destaca, como he indicado antes, Histoires de masques (Librairie Paul Ollendorff, París, 1900), una colección de dieciséis cuentos que tienen en común la omnipresencia de las máscaras y de sus perturbadores efectos (la máscara como símbolo de lo oculto y lo prohibido tiene amplia representación en la literatura decimonónica y en todas las latitudes). La mayor parte de los relatos de este libro fueron publicados con antelación, en Sensations et souvenirs (1895), en Un démoniaque (1895) y en Contes pour lire à la chandelle (1897). La intención de Lorrain al reunirnos aquí fue la de componer un volumen específico sobre este tema, el de la máscara, que tanto le obsesionó.

El misterio cautivador y repulsivo de la máscara, ¿quién podrá explicar alguna vez la técnica, comprender los motivos y demostrar según la lógica la necesidad imperiosa, a la que algunos ceden determinados días, de pintarse, de disfrazarse, de cambiar su identidad, de cesar de ser lo que son, en una palabra, de evadirse de ellos mismos?

¿Qué instintos, qué apetitos, qué esperanzas, qué deseos, qué enfermedades del alma se esconden bajo los mentones falsos y las narices falsas de cartón toscamente coloreado, bajo la crin de las falsas barbas, el satén brillante de los antifaces o la tela blanca de las capuchas? ¿A qué embriaguez de hachís o de morfina, a qué olvido de sí, a qué incierta desventura se precipitan esos lamentables y grotescos desfiles de dominós y penitentes los días de baile de máscaras?

Son bulliciosas, desbordantes de movimientos y gestos, esas máscaras, y no obstante su alegría es triste; tienen menos de seres vivientes que de espectros. Como los fantasmas, la mayoría de ellas avanzan envueltas en telas de largos pliegues y, como a los fantasmas, no se les ve el rostro […] («Uno de ellos»)

«La máscara es el rostro turbio y turbador de los desconocido, la sonrisa de la mentira, el alma misma de la perversidad, que sabe corromper aterrando; es la lujuria sazonada de miedo, el angustiante y delicioso albur del desafío lanzado a la curiosidad de los sentidos». Así se expresa el narrador de Uno de ellos, el primer cuento del volumen, casi a modo de declaración de intenciones sobre lo que el lector encontrará a lo largo de sus páginas.

Estos cuentos fantasmagóricos están repletos de visiones terroríficas, de delirios, de crímenes, de obsesiones, de pesadillas, de malsanos estados de conciencia provocados por la neurastenia crónica, por la adicción al éter y la morfina, o directamente por la locura. Son historias contadas en tediosas reuniones sociales de la bohemia parisina, recuerdos de experiencias ocurridas en época de carnaval o en la lejana infancia, que tienen mucho de cuentos crueles, macabros, grotescos incluso. Artificiosidad, pasiones oscuras, spleen, morbosidad, exhibición de los todos los vicios y enfermedades espirituales y materiales imaginables, que son expuestas de forma apoteósica en Historias de máscaras.

Estas narraciones de Lorrain, al menos una pequeña parte, se pueden enmarcar en lo que algunos denominan «fantástico Fin de siècle«, que presenta claro contacto con las proposiciones de lo extraño y fantástico: nostalgia de un mundo pasado, crítica a la sociedad burguesa, interés por el satanismo y el espiritismo, exaltación de los miedos, atracción por la enfermedad y la muerte, etc. Según Mario Armiño, en la producción narrativa de Lorrain «hay un considerable número de páginas que atañen a lo fantástico; un fantástico interior, porque la clave en que se articulan sus relatos es la máscara que cubre de apariencia la verdad». En Historias de máscaras se manifiesta de manera significativa su acercamiento a los aspectos sobrenaturales, sobre todo en cuentos como Relato del estudiante, El crimen desconocido y sobre todo, Los agujeros de la máscara, uno de sus mejores relatos.

Personalmente, este acercamiento al género fantástico Fin de siècle —el menos conocido y leído, creo— me resulta muy interesante y atractivo en la medida que se aparta de otros caminos mucho más trillados, como la Ghost story, el horror sobrenatural o la ficción científica, por citar los más importantes. En cualquier caso, se tomen estos relatos como ejemplos de literatura fantástica (o pseudo-fantástica) o se lean como expresiones del naturalismo decadentista extremo, son obras que siempre resultan absorbentes, asombrosas y de gran modernidad.

Puntuación: 4 (de 5)
Abada Editores (2020)
Colección: Voces/Prosa
Traducción e introducción: Alexandra Bouteaux y Luis Puelles
200 págs.

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Expresión soberbia de los vicios y virtudes reconocibles en la literatura decadentista, estas Historias de máscaras, reunidas por el propio Jean Lorrain (1855-1906) para su primera publicación en 1900, constituyen un perturbador repertorio de cómo este motivo nos identifica socialmente. A través de una escritura poseída por el consumo de éter (una especie de «eterografía»), este conjunto de relatos se caracteriza por un estilo de fuerte pregnancia alucinatoria, deformadora, alteradora, y, sin embargo, capaz de mantenerse en los modos veraces de un naturalismo llevado a sus propios límites. (Sinopsis de la editorial)

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Jean Lorrain nació el 9 de agosto de 1855 en Fécamp bajo el nombre de Paul Alexandre Martin Duval. Tras estudiar con los Dominicos y ser voluntario en el cuerpo de húsares, se instala en París donde ejerce el periodismo. Escribe para los diarios Le Chat Noir y L’Évènement antes de convertirse en un ácido cronista mundano en revistas tales como L’Écho de Paris. Fue a la vez poeta, novelista, narrador fantástico, cronista y autor de una obra sulfurosa representativa del espíritu fin-de-siècle. Dandi y esteta impenitente, la depravación y el gusto por la belleza encuentran en él una extraña, sabrosa y a veces sorprendente alianza. Lorrain es conocido por sus excentricidades y sus amistades. Le gustaba frecuentar los bajos fondos del París de la Belle Epoque y consumir las drogas de moda, opio y éter, a las que era un gran adicto. Murió en París, el 30 junio de 1906.

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2 comentarios sobre “{Reseña} Jean Lorrain: Historias de máscaras (Abada)

  1. Estimado José Luis,
    muchas gracias por prestar atención a estas Historias de máscaras. Siempre reconforta encontrar algún lector de estas rarezas. Nos alegramos de que la traducción te haya gustado.
    Saludos cordiales
    Alexandra Bouteaux y Luis Puelles

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    1. Gracias por el comentario y gracias por traducir a Lorrain. Yo, desde que hace muchos años leí El Maleficio (Monsieur de Phocas), busco todo lo (poco) que sale de este autor fascinante.

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