{Reseña} Mario Satz: Campos de ajedrez (Huerga & Fierro)

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De Mario Satz sólo había leído hace años Arca de roca, una estupenda colección de ensayos donde el autor mostraba, además de un atractivo y claro estilo de escritura, una curiosidad por multitud de temas que iban de los animales fantásticos de la tradición judeocristiana a Arcimboldo, de las mesas megalíticas a las aves del paraíso. Lamentablemente no continué leyendo a Satz. Digo lamentablemente porque me he perdido a un escritor interesante y profundo, muy alejado de las bambalinas mediáticas y de sus servidumbres, y, por tanto, libre a la hora de elegir temas, estilos y géneros. Como nunca es tarde para enmendar descuidos he retomado la lectura de este escritor argentino-español con Campos de ajedrez, excelente novela corta publicada en la preciosa colección Graffiti de Huerga & Fierro.

Es conocido que Mario Satz siempre sintió desde su primera juventud la irresistible atracción por Oriente —como tantos otros occidentales—, especialmente por sus profundas y variadas espiritualidades; también por sus mitos y fábulas, que han sido fuente de inspiración de la mayoría sus ensayos y narraciones. En Campos de ajedrez Mario Satz nos traslada a una China mítica y exótica, una China más literaria y mágica que real pero igualmente fascinante. Esta nouvelle tiene al juego del ajedrez como hilo conductor, se podría decir que como una alegoría de la propia vida: «Cada gesto, cada desplazamiento traerá consigo una serie de consecuencias inevitables, de modo que a necesidad delimita la libre elección cada vez más, lo que hace que aquello que al principio parecía producto del mero azar, se vea, al final, como proyección de una ley».

El emperador dejó su minúscula taza de té junto al alféizar de la ventana y miró más allá del jardín. No había dormido bien. De todas partes llegaban al «Ming t´ang» o Casa del Calendario noticias aciagas, palabras duras y documentos extraños. Él, que antaño gozaba de sus concubinas, ahora las despedía con una mano lánguida y la mirada perdida de quien se halla, aún, bajo la lápida del mal sueño. Su único consuelo era una persistente pasión infantil, la del «hsiang ch´i» o ajedrez, también denominado el Juego del Elefante. En ese campo era imbatible, una luz, un maestro. Habiendo dejado los negocios del Imperio en manos de su chambelán Yao Lu, despreocupado hoy como ayer del destino de sus descendientes, el emperador acabó de vestir sus ropas amarillas y suspirando se dirigió al centro del edificio, pues estaba en el tercer mes del verano y sus hábitos debían congeniar con el color de las hojas y los frutos maduros. Allí, sobre la mesa negra, labrado en marfil, lo esperaba el tablero de ajedrez.

Cuento más profundizaba en el juego, más sentía el emperador que las categorías de espacio y tiempo eran fluctuantes e ilusorias. ¿Tenía realmente importancia que el primer ministro de los T´ang hubiera agregados dos piezas más al canon hindú, llegado a China novecientos años antes? […]

En esta historia de estirpe legendaria las tribulaciones de unos pocos personajes aparecen en la narración entrelazadas por un destino que apenas pueden entrever: el emperador o Hijo del Cielo, su más fiel general Hi Lao, el disoluto y joven príncipe Lan Po, el chambelán de palacio Yao Lu, el ventrílocuo Mo Bu, el servidor y eunuco Ting, y la pareja de ancianos campesinos Hsin Tao y su esposa Ying Li. El emperador vive obsesionado por el ajedrez («Juego del Elefante»), jugando interminables partidas con su general y descuidando los asuntos de Estado. De pronto sucede algo impensable: los Doce Ornamentos bordados en las vestiduras del emperador según el estricto e inmemorial protocolo, símbolos que representan su autoridad y poder y que tenían su reflejo en el mundo real (un cuervo de tres patas, un huevo de faisán transparente, etc.) van desapareciendo poco a poco. Especialmente los 288 granos de arroz que simbolizan la abundancia del Reino van menguando en las ropas con los días ante los ojos incrédulos de todos. El emperador envía a su chambelán y al ventrílocuo para que averigüen la causa de la anomalía. Mientras tanto, el príncipe Lan Po, entregado a la caza de un tigre, planea una rebelión contra su padre que ha sido abortada por el general sin él saberlo. El chambelán encuentra a Hsin Tao y a Ying Li cuyo pobre arrozal está cuajado de grano (mientras el arroz del vestido imperial mengua, la cosecha de ellos crece) y que piensan repartir entre los más pobres. Un final trágico devuelve el orden cósmico perdido: cuando el príncipe vuelve a palacio con el tigre enjaulado, el felino, a través de los barrotes, le arranca a éste una mano de un zarpazo antes de morir acribillado («Su herida de hoy paga el precio del desorden de ayer»). Con este acto, los Ornamentos vuelven a los hábitos imperiales.

Como se ve, esta historia es una fábula sin moraleja evidente (aunque sí insinuada), escrita, como es característico en Mario Satz, con una prosa clara, de una pasmosa sencillez y belleza. Libro pequeño en extensión pero no de contenido, Campos de ajedrez es una lectura deliciosa, imaginativa y profunda. Todo en uno.

Puntuación: 4 (de 5)
Huerga & Fierro Editores (2016)
Colección: Graffiti
112 págs.

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El ajedrez, de origen hindú, llegó a China y fascinó a sus emperadores. En muchos relatos ejemplifica,  como en éste, lo que se multiplica y divide, en especial el grano, ya que cada escaque equivale a una parcela de campo. Mientras el Hijo del Cielo juega con uno de sus amigos algo extraño sucede: los emblemas de sus ropas se ven afectados hasta casi borrarse como respuesta a los desmanes que comete su hijo el príncipe.

Retazo de la China clásica, este relato de Mario Satz traza con precisión poética el retrato de gentes de distinta condición, desde campesinos a nobles, cuyos destinos están entrelazados como las piezas sobre el tablero. Magia y superstición se dan aquí la mano, mientras vemos con inusual nitidez hasta qué punto lo que desaparece en un sitio reaparece en otro. Libro lleno de aromas y colores, es también el cuarto que Huerga & Fierro publica de este autor. (Sinopsis de la editorial)

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MARIO SATZ nació en Coronel Pringles, Buenos Aires, en el seno de una familia de origen hebreo. En 1970 se trasladó a Jerusalén para estudiar Kábala y en 1978 se estableció en Barcelona, donde se licenció en Filología Hispánica. Poeta, narrador, ensayista y traductor. Publicó su primer libro de poemas, Los cuatro elementos, en la década de los sesenta, obra a la siguieron Las frutas en 1970, Los peces, los pájaros, las flores en 1975, Canon de polen en 1976 y Sámaras en 1981. En 1976 inició la publicación de Planetarium, serie de novelas que por el momento consta de cinco volúmenes: Sol, Luna, Tierra, Marte y Mercurio, intento de obra cosmológico que, a la manera de La Divina Comedia, captura el espíritu de nuestra época en un vasto friso poético. Meditaciones karbalísticas, Una piedrecita blanca, novela y El canto de la lluvia, relatos. Y la novela Amore Ludum está situada en la Escuela de Traductores de mediados del siglo XIII. Sus ensayos más conocidos son El arte de la naturaleza, Umbría lumbre y El ábaco de las especies. Su libro, Azahar, es una novela-ensayo acerca de la Granada del siglo XIV, y sus últimos libros, El secreto de la miel y Enseñanzas de una lágrima son sus regalos a este principio de milenio. Esta maravillosa y enriquecedora historia nos lleva de la mano de la lágrima, lejos del abismo, a la vida.

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