{Reseña} Mircea Eliade: Una nueva filosofía de la luna (Trotta)

Tras regresar a su Rumanía natal en 1931 después de una larga estancia iniciática y de estudio en la India, Mircea Eliade retomó su actividad intelectual publicando numerosos textos en prensa y revistas sobre aquellos temas que siempre fueron de su interés y a los que dedicó su vida, esto es: la historia de las religiones y la cultura, la mitología, la antropología y la literatura. Esta serie de pequeños ensayos y artículos escritos en rumano fueron agrupados en las siguientes obras: Solilocvii (1932), Oceanografía (1934), Fragmentarium (1938) y La isla de Eutanasius (1943). Alguno de estos textos son estrictamente contemporáneos de las primeras obras importantes de Eliade, como Cosmología y alquimia babilónicas (1937) y su novela Maitreyi (1933). En esta edición española de Trotta el amplio original rumano de La isla de Eutanasius se ha dividido en dos volúmenes: uno, con ese mismo título, y otro, en Una nueva filosofía de la Luna, que a continuación comentamos brevemente.

Una nueva filosofía de la Luna recoge veintidós artículos de Eliade escritos entre 1932 (Sobre Aldous Huxley; Barbellion) y 1939 (D’Annunzio póstumo). Como expresa el traductor en la breve introducción, Cristian Luliu Ariesanu, estos trabajos del erudito rumano son de dos tipos: los dedicados la vida cultural de la Rumanía, de la que Eliade era uno de los máximos exponentes entre la nueva generación de intelectuales; y en segundo lugar, los centrados en su actividad científica como mitógrafo e historiador de las religiones, desarrollada más tarde por él en Francia y en Estados Unidos. Este volumen no contiene artículos sobre la actualidad cultural rumana, por lo que su lectura puede ser hoy más interesante para el lector habitual de Eliade.

Quienes conozcan los Diarios del escritor rumano sabrán que ningún aspecto del saber escapaba a su curiosidad ni al estudio, convencido como estaba de que la ciencia de las religiones es una disciplina total que englobaba y requería de una visión multidisciplinar del devenir humano. Al mismo tiempo, Mircea Eliade fue un magnífico escritor de ficción, interesado en el mundo de la literatura en sí mismo, no sólo como vía de acceso privilegiado (que también) al mundo de los mitos y de los símbolos. Una nueva filosofía de la Luna contiene cinco artículos sobre aspectos míticos y religiosos; el resto tratan de literatura y filosofía universal. Varios textos son reseñas de algún libro reciente que dan pie al autor para una reflexión más amplia. A modo de ejemplo, recojo algunas afirmaciones de Eliade que me han parecido sumamente estimulantes.

En la pieza que abre el libro y que le da título, Una nueva filosofía de la Luna, Eliade constata que más que el sol, siempre idéntico a sí mismo, es la observación de la luna y sus ciclos regulares la que inició un profundo cambio antropológico en el ser humano: «La vida de la luna le es más cercana al hombre que la gloria majestuosa del sol. Y con la aparición de la agricultura, al principio del Neolítico, el hombre empieza a conectar los ritmos lunares con la fertilidad de la tierra. Ahora se articulan los primeros símbolos cósmicos, las verdaderas síntesis mentales que unen entre sí varios niveles: la Luna, la Mujer, la Tierra, la fertilidad. Sobre esta intuición central se fundamenta la magia, que hacía aparecido en el Paleolítico».

Sobre el monoteísmo estricto del pueblo hebreo, Eliade argumenta en Entre Elefantina y Jerusalén (1937) que ese pueblo no estaba especialmente predestinado al culto monoteísta, pero cuando el mensaje de Moisés fue adoptado por las élites de Jerusalén, la historia de Oriente cambió, o lo que es lo mismo, «la violencia, el pathos, el genio y las lágrimas de una élite desembocaron en monoteísmo absoluto». Con El árbol sagrado el autor expone que el árbol tenía para los antiguos un significado simbólico y religioso, naturalmente, con un simbolismo polivalente (como todos los símbolos arcaicos): a veces como símbolo de la divinidad, a veces como morada de dios, a veces como árbol de la vida cuyos frutos conceden la inmortalidad, o simplemente un vegetal con propiedades terapéuticas.

Como hemos dicho, el grueso de los ensayos están dedicados a algunos escritores y pensadores coetáneos suyos. La lista es amplia y sus estéticas son muy variadas: Samuel Butler, Aldous Huxley, G. K. Chesterton, Miguel de Unamuno, Giovanni Papini, Italo Svevo, Gabriele D’Annunzio, Rudolf Otto y George Bernard Shaw. Maravilla la capacidad de síntesis y la perspicacia crítica de Eliade cuando escribe de estos escritores, a los que el rumano ha leído con fruición. Por citar unos ejemplos, admite que de Papini y de Chesterton ha leído 30 y 20 obras, respectivamente (de Papini, ¡al menos tres veces cada título!). «Inglaterra es más triste, más sombría escribe Eliade después de la muerte de G.K. Chesterton. Las herejías modernas podrán campar ahora a sus anchas». El amplio artículo dedicado a Huxley todavía no había publicado Un mundo feliz— nos descubre que en todas las novelas del autor inglés existen tres personajes arquetípicos que, con diversas variaciones, se van repitiendo: el joven cerebral, el hombre epicúreo y la mujer superficial. En la muerte Rudolf Otto (1937) es un texto donde nuestro autor hace balance de las aportaciones del teólogo y historiador de las religiones alemán, especialmente de su obra Das Heilige (Lo santo) y del concepto introducido en ella de lo numinoso, de tanto impacto en el estudio de la fenomenología de la religión y en el propio Eliade en su obra Lo sagrado y lo profano.

Finalmente, un apartado especialmente interesante de este libro son los cuatro artículos dedicados a la cultura española, dos de ellos a Unamuno. Eliade, que sería un gran lector durante toda su vida del escritor vasco, glosa en Unamuno y el mito español su figura y su pensamiento con motivo de su muerte: «Miguel de Unamuno es el único español que ha logrado dar una nueva interpretación, ibérica, del idealismo, y transformar una filosofía en mito». Pondera muy positivamente que los tres filósofos españoles más destacados del momento, Unamuno, Ortega y Eugenio d’Ors, «utilizan una información más vasta y nueva y dan prueba de un pensamiento mucho más audaz y creativo que los del resto de Europa». Es decir, estos pensadores parten para su reflexión filosófica, no solamente de la tradición del pensamiento anterior, sino también del arte, los mitos locales, el paisaje y las tradiciones. (Años después, cuando Eliade vivió en Portugal, su contacto con la cultura española fue intenso, como se muestra en su Diario portugués).

Libro interesantísimo como todos lo de Mircea Eliade, Una nueva filosofía de la Luna merece colocarse a la altura de los otros pequeños libros recopilatorios del escritor rumano.

Editorial Trotta (2010)
Traducción: Cristian Luliu Ariesanu
Colección: La dicha de enmudecer
144 págs.

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Después de Fragmentarium y La isla de Eutanasius, esta tercera recopilación de ensayos breves y artículos, publicados en los años treinta, constituye una nueva exploración de la «geografía espiritual» del hombre contemporáneo. Además de los textos dedicados a temas y motivos de la historia de las religiones, destacan los trabajos sobre escritores en los que Eliade, entreverando la crítica literaria con el análisis psicológico y el apunte biográfico, dibuja un atractivo tapiz de lecturas personales y afinidades electivas. (Sinopsis de la editorial).

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Mircea Eliade. Nacido en Bucarest en 1907, se licenció en filosofía en 1928. Viajó a la India, donde residió hasta 1931 y estudió sánscrito, religión y filosofía hindú con Dasgupta. Fruto de esta experiencia fue su tesis doctoral sobre el yoga. Hasta el inicio de la segunda guerra mundial enseñó historia de las religiones en la Universidad de Bucarest. Exiliado en París en 1945, fue profesor en la École des Hautes Etudes y en la Sorbona. A esta etapa, en la que comenzó a escribir en francés, pertenecen obras como su Tratado de historia de las religiones (1949), gracias a las cuales se fraguó su reconocimiento como comparatista y fundador de una metodología para el estudio de las religiones. Colaboró con Carl Gustav Jung en el Círculo Eranos y con Ernst Jünger en la revista Antaios. En 1956 se trasladó a los Estados Unidos. Allí desarrolló su labor docente e investigadora en la Universidad de Chicago, donde ocupó la cátedra de Historia de las religiones hasta su muerte en 1986.

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