{Reseña} José María Carabante: Joseph Ratzinger (Sekotia)

Tras el fallecimiento de Benedicto XVI el 31 de diciembre de 2022 se han sucedido un aluvión de publicaciones de las obras del propio Joseph Ratzinger (reediciones y algún inédito), así como de trabajos sobre su figura, su vida, y, especialmente, sobre su pensamiento filosófico. En este contexto, el profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Complutense José María Carabante acaba de publicar en Sekotia un compacto ensayo que pretende hacer llegar al lector medio los elementos fundamentales del inmenso legado filosófico y antropológico ratzingeriano.

José María Carabante se centra en Joseph Ratzinger fundamentalmente en los intereses filosóficos del papa alemán; deja, por tanto, fuera de este ensayo su abultada producción en materia teológica, pastoral, espiritual y apologética. Para ello hace referencia in extenso a algunas obras fundamentales y muy conocidas de Joseph Ratzinger: Introducción al Cristianismo, Fe, verdad y tolerancia y Teoría de los principios teológicos. También se citan algunos textos breves como El elogio de la conciencia y El Dios de la fe y el Dios de los filósofos. Carabante se apoya igualmente en algunos trabajos recientes sobre el pensamiento ratzingeriano, especialmente La teología de Joseph Ratzinger, de Pablo Blanco Sarto. Hay que señalar que Joseph Ratzinger. El Papa de la razón es un libro muy bien escrito, claro y didáctico; aún así, la densidad de los conceptos filosóficos tratados demanda una lectura concentrada y profunda.

Joseph Ratzinger fue uno de los pensadores más cultos, brillantes y agudos de las últimas décadas, y pese a los años transcurridos desde la publicación de algunas de las obras a las que nos hemos referido, son títulos que mantienen plena vigencia y son de lectura obligada para intentar comprender la sociedad contemporánea. Joseph Ratzinger ha tratado recurrentemente, tanto en su faceta de teólogo como en su labor pastoral, el tema, para él fundamental, de la relación entre razón y fe, entre religión y ciencia positiva. Se trata, ni más ni menos, de pensar si la fe religiosa tiene algún sentido en el mundo de hoy, de si la ciencia empírica deroga definitivamente la fe religiosa.

Recordemos que la teología cristiana tiene dos dimensiones: la revelada y la filosófica. Se ocupa de Dios como objeto preferente de estudio, pero interroga al modo de la filosofía. (La teología natural sería la rama de la filosofía que trata la cuestión de Dios obviando la cuestión de la revelación). Para Ratzinger la teología es un saber cuyo objeto es reflexionar sobre Dios a partir el dato revelado y con la ayuda de la razón, con una pretensión de verdad tanto especulativa como práctica, y en una dimensión eclesial. (La pluralidad de las opiniones teológicas no estaría reñida con la unidad siempre que se respete el dogma). La teología, por tanto, no es fruto de la invención o creatividad de un pensador; tampoco es fruto del ejercicio privado de la razón, sino que se realiza en el interior de la Iglesia; de lo contrario, se convierte en una disquisición privada alejada de la fe de la comunidad creyente.

Joseph Ratzinger fue elegido pontífice en 2005, tras haber colaborado durante varias décadas con su antecesor, san Juan Pablo II. Acostumbrados a verle en los pasillos vaticanos, saludando a jefes de Estado y a personalidades de la cultura, quizá hayamos pasado por alto que el prefecto alemán  humilde e inteligente— no se sentía cómodo en esos fastuosos lugares. Antes de ocupar la silla de Pedro, había comunicado varias veces al Papa su deseo de dejar la Congregación, su voluntad de servir a Dios y a la Iglesia con el arma de los libros para la Doctrina de la Fe, incluso aunque fuera recluido en la infinita biblioteca vaticana. Pero San Juan Pablo II le pidió que continuara cerca de él y Ratzinger se mantuvo fiel.

La vida de Ratzinger no estuvo marcada por la ambición, sino por su deseo de servir a Dios y responder con generosidad a la vocación sacerdotal. Es su comprensión del ministerio lo que dota de coherencia a su biografía, desde la entrada al seminario, en los años cuarenta del pasado siglo, hasta su elección como sucesor de Juan Pablo II, cuando se presenta en el balcón de la plaza homónima como un «humilde trabajador en la viña del Señor». A pesar de sus dotes intelectuales y su propia inclinación por la docencia y la investigación, siempre fue consciente de que, ordenándose sacerdote y respondiendo a los que creía que eran los designios de Dios, estaba aceptando la posibilidad de formas de servir más sencillas, como párroco, por ejemplo, siempre que fuera necesario.

Partiendo de su docilidad, existen en la vida de quien fuera Benedicto XVI tres dimensiones estrechamente unidas. Primero, la dimensión de pastor, enraizada en su experiencia sacerdotal y episcopal, pero vinculada también con su vocación teológica. En esta será importante la experiencia conciliar, además de sus propias aspiraciones científicas, pero en su investigación no perdió jamás de vista que la teología no era el campo para realizar reflexiones abstractas o para cultivar inventivas, sino que sabía que en esa disciplina la verdad posee una naturaleza vivencial y eclesial irrenunciable. Por último, está su profesión docente.

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Ratzinger insistió incontables veces en la relación entre cristianismo y logos. En efecto, la fe cristiana destaca por su voluntad de racionalidad, por su remisión a la razón; pero al tiempo que la reivindica, también la quiebra «para que ésta se sobrepase a sí misma». En definitiva, Dios es razón creadora y el mundo se conforma de acuerdo con el plan de un logos creador. El papa alemán constata que el eclipse de Dios tiene dos causas: el ocaso de la idea de verdad y la liquidación de la metafísica. La primera, trae el relativismo, también en el campo religioso; en la segunda, al evitar la pregunta sobre los fundamentos del ser se niega la capacidad de la razón para penetrar en la inteligibilidad de lo real, de ahí que con el oscurecimiento del logos en la filosofía se pierda también a Dios. Según Ratzinger el mayor problema de la filosofía de la modernidad es que ha abandonado su soporte y aspiraciones metafísicas, convirtiendo la filosofía actual en poco menos que una colección de doctrinas de autoayuda.

Es recurrente en Ratzinger la reflexión fundamental de si existen o pueden existir verdades universales en una sociedad plural y democrática. Al relativismo filosófico y moral que para Ratzinger y muchos otros pensadores desemboca inexcusablemente en el nihilismo más radical ha dedicado el autor, tanto en su periodo de profesor como en su etapa de pontificado, una especial atención al considerarlo como el mayor desafío intelectual de la modernidad. Es fundamental señalar que el concepto de verdad ha sido abandonado por el de progreso. Este repudio de la verdad a la que se considera un elemento de opresión dogmática ha hecho que la libertad acabe anulándose a sí misma. Ratzinger afirma que, puesto que la mayoría no es infalible, no se puede dejar en sus manos todos los valores fundamentales. También considera que tampoco es el Estado fuente de verdad ni puede dar nunca respuesta al problema de la existencia humana.

Por último, se comenta el célebre debate de Ratzinger con Jürgen Habermas celebrado en 2004 en la Academia Católica de Baviera. Según Habermas, en una sociedad libre y pluralista siempre debe prevalecer el mejor argumento, es decir, la verdad sería fruto del acuerdo. El estado liberal puede justificarse porque su legitimidad es el debate público en libertad, del que no están excluidos los creyentes. Ratzinger afirmó que la justicia no puede ser un acuerdo entre partes, sino un bien absoluto que no depende de la mayoría. Los derechos del hombre no pueden ser sometidos a votación. Insiste en que la religión y la razón deben dialogar sin prejuicios y señalar sus respectivos límites para evitar excesos. En cualquier caso, ambos pensadores se mostraron de acuerdo en su preocupación por la deriva de irracionalismo por las que avanzaban las sociedades occidentales.

En conclusión, Joseph Ratzinger. El Papa de la razón constituye una perfecta síntesis para acercar al gran público la gigantesca figura intelectual de Joseph Ratzinger/Benedicto XVI. Ninguna persona de cultura inquieta, sea cual sea su credo particular, debería dejar pasar este libro.

Puntuación: 5 (de 5)
Editorial SEKOTIA (2024)
Colección: Reflejos de actualidad
176 págs.

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Joseph Ratinzger fue, además de un pontífice profundo y un teólogo riguroso, uno de los pensadores más consistentes e importantes del último siglo. Este libro se propone, además de descubrir los principales hitos de su trayectoria, explicar a un público amplio sus principales contribuciones.
Partiendo del análisis filosófico de su obra, se busca con estas páginas dar cuenta de los esfuerzos de Benedicto XVI por ampliar los horizontes de la razón, así como de su interés por curar los excesos del racionalismo, apelando a la fe, y los del fideísmo, integrando de modo crítico la razón en el ámbito teológico. Un libro, pues, que sirve de introducción a las aportaciones de quien fuera Benedicto XVI, el Papa de la razón. (Sinopsis editorial)

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José María Carabante es profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Complutense de Madrid y colaborador en diversos medios culturales. Dirige, además, la sección de crítica de libros de ensayo en la Agencia de Prensa Aceprensa. Doctor en Derecho y doctor en Filosofía, ha escrito diversas obras sobre pensamiento filosófico contemporáneo, entre las que destaca “Entre la esfera pública y la política discursiva”, “Mayo del 68”, “La suerte de la cultura” y “Perfiles filosóficos”.

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