{Reseña} Bernd Roling/Julia Weitbrecht: El unicornio (Siruela)

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«Un caballito blanco con patas traseras de antílope, barba de chivo y un largo y retorcido cuerno en la frente, es la representación habitual de este animal fantástico». Así de escueta es la descripción más difundida del unicornio que recoge Jorge Luis Borges en su maravilloso El libro de los seres imaginarios. Obviamente, el maestro argentino no ha sido el único que ha sentido atracción por estos extraños animales, que junto a dragones y sirenas son las especies más universales y extendidas dentro de la abigarrada zoología fantástica universal. También los autores del libro que comentamos, los medievalistas alemanes Bernd Roling y Julia Weitbrecht, admiten que han vivido obsesionados con los unicornios. Fruto de ese interés es El unicornio. Historia de una fascinación (Múnich, 2023), un compacto ensayo divulgativo, necesariamente incompleto dada la magnitud y ramificaciones del tema, pero muy documentado y elegantemente escrito que ha publicado la editorial Siruela dentro de su magnífica colección de no ficción El Ojo del Tiempo. Por si fuera poco, el libro se embellece sobremanera con numerosas ilustraciones antiguas que muestran al esquivo protagonista del mismo.

Desde la antigüedad la bibliografía sobre el monoceros o unicornis que se ha producido es inmensa. Los autores de este libro se han centrado especialmente en la historia natural del unicornio, es decir, en la parte «científica» (o precientífica, si se quiere) del problema, tanto en su descripción y morfología, como en su relación con la farmacopea antigua y medieval. Evidentemente, también de su simbolismo religioso y caballeresco más destacado. Dejan fuera de su estudio la presencia del unicornio más allá del inicios del siglo XIX, desde la literatura y la pintura hasta Blade Runner y Harry Potter; desde la moda y los juguetes infantiles hasta la apropiación como símbolo internacional para la comunidad LGBT o por determinados círculos esotéricos.

Desconocemos quién fue la primera persona que pudo entrever en la lejanía un unicornio. Su primera descripción conservada en Occidente se debe a Ctesias de Cnido (siglo V a.C.) en su obra Índica, el primer libro griego sobre la India. Nos ha llegado fragmentariamente a través de otros autores y en él se expone lo siguiente:

«Hay en la India ciertos asnos salvajes que son tan grandes como los caballos e incluso más. Tienen el cuerpo blanco, la cabeza rojo oscuro y los ojos azul oscuro. Tienen un cuerno en medio de la frente de un codo de longitud; la base de este cuerno es de color blanco puro […] Dicen que los que beben de estos cuernos, convertidos en vasos, no sufren convulsiones ni caen enfermos. De hecho, son inmunes incluso a los venenos si, antes o después de tragarlos, beben vino, agua o cualquier otra cosa de estos vasos…»

Pues bien, esta descripción, con la única salvedad de que a veces el unicornio aparece de menor tamaño (como una especie de cabra o ciervo con barba de chivo), se transmite durante diecisiete siglos sin apenas variaciones. (Recordemos que hasta la Edad Moderna, los eruditos obtenían su conocimiento científico casi exclusivamente de fuentes antiguas). A estos aspectos morfológicos hay que añadir su característica más asombrosa y que más comentarios ha merecido: el unicornio, que es un animal extraordinariamente huidizo y tímido pero aguerrido en la lucha, sólo puede capturarse cuando, atraído por su olor, acude ante la presencia de una virgen y se duerme en su regazo (si la mujer no es virgen el unicornio la ataca sin piedad); entonces el cazador puede atraparlo o matarlo, en una escena típica que se reproduce en multitud de pinturas y tapices.

A pesar de que no es citado por Galeno, el médico más famoso de la Antigüedad, el cuerno del monoceros es apreciado por sus propiedades curativas: baja la fiebre, mejora la salud general y, sobre todo, es un antídoto contra cualquier veneno, bien sea tomando sus polvos en tintura o bien neutralizando los efectos tóxicos al verterlo en un vaso hecho de cuerno. Toda una industria floreció durante siglos con la venta de «cuerno de unicornio» con fines terapéuticos o como simple objeto de lujo que adornaba los cuartos de maravillas (wunderkammer) de la aristocracia. (Todo esto se desvaneció a mediados del siglo XVII cuando se comprobó que la mayoría de los cuernos que llegaban a Europa procedían de Islandia y eran de narval).

Para la mentalidad medieval todas las criaturas y cosas son vistas como símbolos: apuntan directamente a la historia cristiana de la salvación («Todo lo que se encuentra en el mundo es consecuencia de la acción de Dios, incluso los unicornios que mencionan las autoridades de la Antigüedad»). Lo mismo hace el fuerte y ágil unicornio, que evade al cazador. Sin embargo, puede sentirse atraído por una virgen pura y bellamente vestida. Con confianza, coloca su cabeza en su regazo y el cazador que se acerca puede atraparlo o matarlo, como hemos dicho antes. Así es como se describe por primera vez en el Physiologus medieval. Allí, a los animales de ese bestiario se les dan características imaginadas y sus acciones son interpretadas por el lector como una referencia al sufrimiento y la resurrección de Cristo. En las imágenes que representan la Anunciación, el unicornio descansa tranquilamente junto a María en un pequeño jardín, mientras el ángel Gabriel entra con un cuerno de caza, una lanza y un perro. Al mismo tiempo, también es posible interpretar las miradas cambiantes entre la doncella y los cazadores como una historia de amor terrenal y cortesana («Las posibilidades de asociación de la interpretación alegórica son casi ilimitadas»).

[…]

Nuestras ideas sobre el unicornio se han enriquecido con el tiempo y se han visto impregnadas de historias que siguen teniendo eco en el presente. A causa de la timidez atribuida al ser desde siempre, estas narrativas se definen, en gran medida, por el deseo de encontrarlo, atraparlo y domarlo, aunque, a posteriori, resulte ser un «similcornio». La cuestión de la existencia de los unicornios sigue siendo interesante cuando consideramos con base en qué se contesta, ya sea en la Antigüedad, en la Edad Media o en el presente, y qué conceptos del mundo y deseos están vinculados a ella. Al igual que los modernos paleontólogos, los sabios y los artistas de la Antigüedad y de la Edad Media buscaban acercarse al animal con los métodos empíricos y hermenéuticos de los que disponían. Esta historia de fascinación y conocimiento del unicornio desde la Antigüedad hasta el inicio de la Edad Moderna es la que vamos a seguir en nuestro libro.

La última aparición importante del unicornio a nivel popular es bastante divertida. En 1833 el astrónomo John Herschel viajó a Sudáfrica para observar el cielo con un nuevo y potente telescopio. Unas crónicas de las investigaciones eran publicadas en el New York Sun por un tal Richard Locke que se presentaba con seudónimo y como colaborador de Herschel. Pues bien, entre los supuestos descubrimientos se encontraban el avistamiento de unicornios lunares y de hombres alados. Como es natural, todo fue inmediatamente desmentido por la ciencia académica.

Una curiosidad que es citada en el libro para terminar. La Biblia griega (Septuaginta) traduce el vocablo hebreo re´em (algo así como «toro salvaje») unas veces por rhinoceros y otras por monoceros. San Jerónimo, en su versión latina (Vulgata) del salmo 22:22 griego (aquí aparece monoceros) dice: «Salva me ex ore leonis, et a cornibus unicornium humilitatem meam». Naturalmente, la autoridad de la Biblia era incuestionable y, por tanto, la existencia del unicornio también. Incluso las primeras ediciones a lenguas vernáculas traducían literalmente el término por «unicornio» (por ejemplo, la de Lutero). Sólo las versiones posteriores, filológicamente más exactas, traducen correctamente el término re´em. El versículo del salmo citado quedaría así: «líbrame de las fauces del león, salva mi pobre ser de los cuernos del toro».

Son muchos a los que gustará este libro: a los interesados en la mitología y el simbolismo, a los amantes de la literatura y el mundo medieval, a los estudiosos del arte y a los aficionados el género de la Fantasía. Y, cómo no, también a cualquier lector curioso que desee disfrutar con la increíble historia de este animal fabuloso.

Ediciones Siruela (2024)
Colección: El Ojo del Tiempo, 151
Traducción: Alfonso Castelló
188 págs.

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El unicornio. Historia de una fascinación es un apasionante viaje por la extensa y polifacética historia de una de las criaturas más cautivadoras y misteriosas de la mitología. En este recorrido, entretenido y erudito a la vez, Bernd Roling y Julia Weitbrecht exploran las atribuciones y símbolos que ha encarnado la figura del unicornio en distintos ámbitos y culturas; su origen como mito y la influencia que ha ejercido en el imaginario de diversas civilizaciones. Desde su aparición en narraciones de la India del siglo V a. C., pasando por las leyendas de griegos y romanos en la Antigüedad clásica, su apropiación por parte del cristianismo en el Medievo, o su traslado al reino del mito en el siglo XVII, el unicornio llega a nuestros días como símbolo del movimiento queer y se convierte en protagonista de la cultura pop y del mundo audiovisual infantil. (Sinopsis de la editorial)

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Bernd Roling (Lingen, 1972) es profesor de latín medieval y neolatín de la Universidad Libre de Berlín. La historia de la ciencia o los dragones y las sirenas en la Edad Moderna temprana son algunos de sus intereses como investigador.

Julia Weitbrecht (Ostfildern, 1976) es profesora de alemán antiguo y de literatura en la Universidad de Colonia. Actualmente estudia los animales en la cultura medieval, el simbolismo religioso del unicornio y el significado de la caza en las narraciones cortesanas.

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