{Reseña} Mary W. Shelley: Frankenstein o el moderno Prometeo (Sexto Piso)

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Es muy conocida la historia de la gestación de Frankenstein o el Moderno Prometeo. A raíz de una amistosa apuesta literaria tras una velada que tuvo lugar en la ginebrina Villa Diodati en el verano de 1816, los escritores Lord Byron, Percy B. Shelley y John William Polidori, entre otros, se retaron a escribir una obra de terror (y que fue también el origen de El vampiro de Polidori). Cuando Mary W. Shelley escribe su relato para la competición que ha convocado Lord Byron en el verano más frío del siglo, tiene solo 18 años e ignora que está forjando un mito universal. El 1 de enero de 1818, casi dos años después de la estancia en el lago Leman, se publica (sin firma) Frankenstein o el moderno Prometeo con una tirada de 500 ejemplares. Se especula con la autoría parcial de Percy B. Shelley (que aporta correcciones al manuscrito). En la segunda edición de 1823 (de tirada similar a la anterior), la escritora se identifica. En 1831 se lanza una tercera edición de 4.020 ejemplares. La escritora introduce cambios y aclara:  «Ciertamente, no le debo a mi marido la sugerencia de ningún episodio, ni siquiera de una guía en las emociones, y sin embargo, si no hubiera sido por su estímulo, esta historia nunca habría adquirido la forma con la cual se presentó al mundo». Firma su introducción como M. W. S., aunque la historia de la literatura prescindirá del apellido materno.

7 de julio de 17..
Para la señora Saville, Inglaterra
Mi querida hermana:
Escribo unas pocas líneas a prisa para decirte que me encuentro a salvo y que mi viaje avanza. Esta carta llegará a Inglaterra gracias a un mercader que regresa ahora desde Arjanguelsk. Es más afortunado que yo, que quizá no vea mi tierra natal en muchos años. Me hallo sin embargo con buen ánimo. Mis hombres son valientes y aparentemente muestran decisión, y los hielos flotantes a través de los que navegamos continuamente, que dan muestra de los peligros de la región hacia la que avanzamos, no les asustan. Ya hemos alcanzado una latitud muy alta, pero estamos en pleno verano y, aunque no haga el mismo calor que en Inglaterra, los vientos del sur, que nos arrastran veloces hacia las orillas que tan ardientemente deseo alcanzar, nos infunden un calor reconfortante que no esperaba.

Hasta hoy no nos ha sucedido nada digno de ser contado en una carta. Un par de fuertes tormentas y la aparición de una vía de agua no son incidentes dignos de mención para un navegante experimentado, y me sentiría satisfecho si eso fuera lo peor que nos pasara durante el viaje. Adieu, mi querida Margaret. Ten por seguro que, tanto por mi propio bien como por el tuyo, no me precipitaré al encuentro con el peligro. Me mantendré sereno, perseverante y prudente.

Pero el éxito coronará mis esfuerzos. Y ¿por qué no? He llegado hasta aquí abriéndome camino por un mar sin explorar, donde tan sólo las estrellas pueden dar testimonio de mi triunfo. ¿Por qué no continuar surcando este mar indómito que, a pesar de todo, se muestra manso? ¿Qué puede detener a un corazón decidido y a la voluntad resuelta del hombre? Mis sentimientos se encienden y sin querer comienzo a extenderme. Tengo que terminar. ¡Que el cielo te bendiga, mi querida hermana!
R. w.

Poco se puede decir de Frankenstein, libro extraordinario, quintaesencia de la literatura gótica y precursor de la ficción científica de la más alta transcendencia. Mito eterno y continuamente renovado, sigue influyendo en multitud de artistas y lectores después de dos siglos, siendo una de las historias más citadas y que gozan de mayor popularidad. El argumento es conocido por todos, bien a través de su lectura o por las infinitas aproximaciones y versiones del cine, televisión o cómic que continuamente aparecen. En la ficción actual son las máquinas, el robot o el androide, quienes recogen el legado prometeico de la Criatura que imaginó Shelley, con muestras que se valen de las mismas ambigüedad fundamental, entre el ardor destructivo que pretende frenar los avances tecnológicos, por una parte, y la admiración y el asombro ante las posibilidades del nuevo escenario posthumano, por otra.

El siglo XIX, que estaba obsesionado con la muerte (de ahí la abundancia de vampiros, fantasmas, fenómenos del Más Allá, etc.), estaba preparado para acometer el tema de la creación de la vida a partir de materia muerta. Mary Shelley para este libro se basó en leyendas (como el Golem) y en algunos hechos científicos de su tiempo (las investigaciones de Luigi Galvani sobre la capacidad de la electricidad para revivir cuerpos inertes y también en la figura del científico Andrew Crosse quien aseguraba dar vida a pequeños seres a través de un proceso que denominó “electro-cristalización”.)

La novela de Shelley presenta a dos grandes héroes trágicos: el propio doctor Victor Frankenstein, abrumado por su creación y por su ansia de conocimiento, que bien podría ser el primer Mad Doctor de la ficción literaria, y el propio monstruo sin nombre (a veces llamado simplemente Ser o Criatura), símbolo de la orfandad y alienación humana, que no sólo es un ser que provoca pavor e incluso lástima, sino que por su potencia dramática y desgarradora es uno de los primeros antihéroes modernos. Las interpretaciones que ha originado la novela son incontables: metáfora de un niño sin madre, resultado trágico de una tecnología incontrolada, soberbia del ser humano que juega a ser Dios… Seguro que cada lector, tras su lectura, encuentra una perspectiva particular e interesante. Por último, la pregunta final que cabría hacerse, y que queda abierta, es: ¿quién es el monstruo, Victor Frankenstein o su desdichada criatura?

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El otro protagonista absoluto de esta edición es Lynd Ward y sus excepcionales ilustraciones. Ward (Chicago, Illinois, 26 de junio de 1905 – Reston, Virginia, 28 de junio de 1985) fue un artista americano conocido especialmente por sus xilografías y sus pioneras novelas gráficas o sin palabras. Su personal estilo combina magistralmente el Art Decó con el arte expresionista alemán de la época. Los grabados de Ward ilustraron una legendaria edición 1934 del Frankenstein, publicada en Nueva York por Harrison Smith & Roberto Haas. Estas estampas son excepcionales, no sólo por su excelencia y el poder del diseño, sino también por su perspicacia en un trabajo inquietante y poético a la vez. Más que cualquier otro ilustrador, Ward comprendió la ambivalencia a la vez patética y aterradora con la que la autora retrató al monstruo.

Esta edición se cierra con un interesantísimo epílogo de Joyce Carol Oates, una de las maestras del género gótico contemporáneo. Oates considera que, además de una fabulación gótica, Frankenstein es esencialmente una obra de estirpe moral, casi un reverso de El Paraíso perdido de Milton.

Así que por la belleza de la edición de Sexto Piso y por la calidad de este clásico inmortal, Frankenstein o el Moderno Prometeo es uno de esos títulos que no pueden faltar en ninguna biblioteca y que hay que leer varias veces en la vida. Absolutamente recomendable.

Puntuación: 5 (de 5)
Sexto Piso (2013)
Colección: Ilustrado | Ilustraciones: Lynd Ward
Traducción: David Copé |Epílogo: Joyce Carol Oates
264 págs.

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La vida de Victor Frankenstein está marcada por su obsesión por dar vida a la materia inerte. Los estudios de filosofía natural lo llevan a concebir a la criatura que se convertirá en su mayor logro y tragedia. Desde el Ártico, desvela al capitán Walton su esperpéntica creación, mientras intenta desesperadamente atrapar al monstruo sin nombre que se ha escapado para vengarse de su propio «padre». Mary W. Shelley creó Frankenstein o el moderno Prometeo a raíz de una amistosa disputa literaria tras una velada en la que escritores de la talla de Lord Byron, Percy Bysshe Shelley y John William Polidori, entre otros, se retaron a escribir una obra de terror. El resultado no sólo es la novela gótica más afamada y uno de los hitos esenciales del horror, es también el inicio de la ciencia ficción y una aguda reflexión moral sobre la naturaleza del hombre y del mal. Frankenstein ha inspirado numerosas versiones en obras literarias, plásticas y audiovisuales. En esta ocasión, la serie de grabados en madera que uno de los padres de la novela gráfica, Lynd Ward, dedicó al monstruo en 1934 plasman la ambivalencia propia del texto de Shelley gracias a su dominio de la técnica y a la combinación de elementos del expresionismo alemán y el art déco. Vista por Ward, la criatura es a la vez patética y terrible, y sus inusuales perspectivas y claroscuros son el complemento perfecto a esta obra maestra. Esta edición incluye un epílogo de la autora y crítica estadounidense Joyce Carol Oates, en el que inquiere en lo más profundo de la obra para demostrar que el «monstruo de Frankenstein» es uno de esos personajes que «se han convertido en creaciones colectivas; nos pertenecen a todos». (Sinopsis de la editorial)

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Mary Shelley (nacida como Mary Wollstonecraft Godwin), (Londres, 30 de agosto de 1797 – íd., 1 de febrero de 1851) fue una novelista, escritora de historias cortas, dramaturga, ensayista y biógrafa británica, principalmente reconocida por su novela gótica Frankenstein o el Moderno Prometeo (1818). También ha editado y promocionado las obras de su esposo, el poeta romántico y filósofo Percy Bysshe Shelley. Su padre fue el filósofo político William Godwin, y su madre la filósofa feminista Mary Wollstonecraft.

Luego de que la madre de Mary Godwin falleció tras darla a luz, ella y se hermana mayor, Fanny Imlay, fueron criadas por su padre. Cuando Mary tenía tres años, Godwin contrajo matrimonio con su vecina, Mary Jane Clairmont. Godwin le dio a su hija una educación que la alentó a adherirse a las teorías políticas liberales. En 1814, Mary Godwin se enamoró de uno de los seguidores políticos de su padre, Percy Bysshe Shelley, quien estaba casado. Junto con la hermanastra de Mary, Claire Clairmont, vivieron en Francia y viajaron por Europa; en su regreso a Inglaterra, Mary estaba embarazada. Durante los dos años siguientes, ella y Percy se enfrentaron al ostracismo, a las deudas constantes, y al fallecimiento de su hija, nacida prematuramente. Se casaron a finales de 1816 luego del suicidio de la primera esposa de Percy Shelley, Harriet.

En 1817, la pareja pasó un verano con George Gordon Byron, John William Polidori, y Claire Clairmont cerca de Ginebra, Suiza, en donde Mary concibió la idea para su novela Frankenstein. Los Shelley abandonaron Gran Bretaña en 1818 y se mudaron a Italia, en donde su segundo y su tercer hijo murieron antes de que Shelley diese a luz a su último y único hijo que sobrevivió, Percy Florence. En 1822, su esposo se ahogó al hundirse su velero, durante una tormenta en la Bahía de La Spezia. Un año después, Mary Shelley regresó a Inglaterra y desde entonces en adelante se dedicó a la educación de su hijo y a su carrera como escritora profesional. La última década de su vida estuvo plagada de enfermedades, probablemente causadas por el tumor cerebral que acabaría con ella a los 53 años.

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