{Reseña} Amado Nervo: Almas que pasan (Editorial Eneida)

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Amado Nervo es conocido fundamentalmente por ser uno de los poetas más destacados del movimiento modernista, con libros de poesía esenciales como Perlas negras (1896) y Místicas (1898). Sin embargo, la obra de Nervo es muy vasta y variada, e incluye, además de poesía, novela, cuentos y ensayos. En su escritura Amado Nervo suele ser menos raro, menos esteta que otros modernistas; se acerca más a las ideas comunes en su época, de ahí que haya resultado, especialmente en su poesía, pero también en ciertas prosas, uno de los autores más populares de su época en toda Hispanoamérica. La acertada calificación que Rubén Darío hizo de Amado Nervo: «fraile de los suspiros», destaca su diferencia e inscribe al poeta mexicano en un modernismo de marcada espiritualidad. Toda su obra dialoga entre dos ejes de fuerzas generadoras y cíclicas, como son el amor y la muerte.

Como prosista Nervo ha estado injustamente olvidado a pesar de su innegable calidad. Ya aseveró Borges «que de la extensa obra que ha dejado Amado Nervo, y que fue editada por Alfonso Reyes, una buena mitad está en prosa y en una prosa a veces generalmente más limpia que la prosa barroca de Lugones o que la prosa a veces meramente decorativa de Rubén Darío». Almas que pasan se publicó en Madrid en 1906 y está compuesto por doce narraciones extraordinariamente bien escritas (es curioso que este número se repite en infinidad de libros de cuentos). Como la mayoría de sus prosas, estos cuentos se dirigen principalmente al gran público (con frecuencia se publicaron en revistas y periódicos importantes), y muestran a un Nervo más complejo, culto y divertido que el de los poemas famosos.

Tres habían sido las grandes revoluciones de que se tenía noticia: la que pudiéramos llamar Revolución cristiana, que en modo tal modificó la sociedad y la vida en todo el haz del planeta; la Revolución francesa, que, eminentemente justiciera, vino, a cercén de guillotina, a igualar derechos y cabezas, y la Revolución socialista, la más reciente de todas, aunque remontaba al año dos mil treinta de la Era cristiana. Inútil sería insistir sobre el horror y la unanimidad de esta última revolución, que conmovió la tierra hasta en sus cimientos y que de una manera tan radical reformó ideas, condiciones, costumbres, partiendo en dos el tiempo, de suerte que en adelante ya no pudo decirse sino: Antes de la Revolución social; Después de la Revolución social.

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La Revolución social se maduró, no hay niño de escuela que no lo sepa, con la anticipación de muchos siglos. En realidad, la Revolución francesa la preparó, fue el segundo eslabón de la cadena de progresos y de libertades que empezó con la Revolución cristiana; pero hasta el siglo XIX de la vieja Era no empezó a definirse el movimiento unánime de los hombres hacia la igualdad. El año de la Era cristiana 1950 murió el último rey, un rey del Extremo Oriente, visto como una positiva curiosidad por las gentes de aquel tiempo. (de «La última guerra»)

En Almas que pasan encontramos un buen puñado de cuentos memorables. Tenemos desde un historia alegórica de un diálogo entre un telescopio y un cañón (Dos rivales), la historia de un obsesionado con la muerte que acaba suicidándose (El miedo a la muerte), un melodrama naturalista (Dos claveles), un relato sobre transmigración de las almas (Las Casas), un cuento cruel y trágico (La esperanza), varias narraciones deliciosas que transitan por el mundo de la infancia (El Dominio del Canadá, El viejecito, Una humillación), un irónico cuento sobre el arte de escribir cuentos y buscar argumentos (Un cuento) y una sensacional sátira futurista, La última guerra, cuento que para muchos críticos es uno de los textos que inauguró el género de la ciencia ficción en México y que ubica al escritor como un antecesor de George Orwell. El relato se desarrolla en un futuro lejano en el que los animales, cansados de ser explotados, se rebelan contra los humanos. Como se ve, Almas que pasan es un libro sumamente entretenido que, además, es importante en el desarrollo del género cuentístico en nuestra lengua. Por si fuera poco, la edición de Eneida es exquisita.

Puntuación: 5 (de 5)
Eneida editorial (2016)
Colección: Confabulaciones, 96
120 págs.

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Los magistrales relatos reunidos en Almas que pasan, de sólida estructura narrativa pero dotados de un exquisito lirismo, resultan claves para comprender la dicotomía creadora del universal escritor, que profundizó con similar suerte en la prosa y en la poesía.

Confluyen sobre este conjunto de narraciones de Amado Nervo la delicada sensibilidad de su autor y una humanidad generosa y desbordante, que convierten a Almas que pasan en lo más excelso de la producción corta del mexicano y en una imprescindible obra, poderosamente emotiva, de extraordinaria ejecución técnica y de una inmensa calidad literaria. (Sinopsis de la editorial)

20_amado_nervo_manuscrito_dedicatoria_unamuno_s.jpg(Manuscrito de la dedicatoria de Almas que pasan a Miguel de Unamuno)

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Amado Nervo (Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo y Ordaz) nació en 1870 en la ciudad de Tepic. La muerte de una serie de personas queridas marcó inexorablemente su vida y su obra: la de su padre, acaecida cuando el escritor tenía nueve años; el suicidio de su hermano, también poeta, y la de su gran amor, Cecilia Luisa Daillez, a la que conoció siendo corresponsal en París. A los veinticuatro años, tras abandonar los estudios de derecho, se traslada a la capital azteca, donde su carrera literaria remonta el vuelo.

Durante estos años publica sus primeros libros de versos, y su novela El Bachiller. En 1900, el periódico El imparcial le desplaza a París con motivo de la Exposición Universal. En Europa conocerá a Oscar Wilde, Leopoldo Lugones, y retoma la relación con Rubén Darío, al que le unió siempre una fraternal amistad. Publica algunos poemarios que le granjean fama, como Jardines interiores, Las voces, o La lira heroica. 

Amado Nervo, quien dijo: «La vida es un relámpago entre dos largas noches» falleció en Uruguay, en 1919, mientras desempeñaba una misión diplomática. Su obra, diversa y humana, intensa y magistralmente trazada, lo sitúa, por méritos propios, en el Olimpo de la literatura universal.

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