{Reseña} José Jiménez Lozano: Los grandes relatos (Anthropos Editorial)

Puñado de historias minúsculas y cotidianas: en realidad los únicos grandes relatos, la verdadera historia universal como subraya irónicamente el título, a la vez independientes e íntimamente trabadas entre sí, que ofrecen otros tantos retazos de vidas contadas por el placer de contarlos y para el placer de quien lea. (Sinopsis de la editorial)

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Como ya señalé en el comentario a Sara de Ur, José Jiménez Lozano es el autor de una amplia obra, entre la que destacan sus cuentos, novelas, artículos, diarios y ensayos. Ha cultivado el género breve con asiduidad durante toda su carrera. Los grandes relatos es el irónico título de uno de sus mejores libros de cuentos. Y es irónico porque, en realidad, se trata de una colección de treinta y tres cuentos muy breves relacionados entre sí, ya que son los recuerdos de la infancia del narrador en un pueblo castellano durante los últimos años del franquismo. No se cuentan grandes acontecimientos ni hechos espectaculares; se trata de las pequeñas historias cotidianas de ese microcosmos que es un pueblo pequeño, una sociedad rural ya a punto de desaparecer.

Pues bien, el protagonista rememora muchos de los acontecimientos que vivió en su niñez, y lo hace con un tono ingenuo, delicado e irónico inigualable que es uno de los mayores atractivos de este libro. Con un estilo fundamentalmente oral, Jiménez Lozano plantea unas historias contadas desde el asombro ante la belleza y desde la fascinación por lo genuinamente humano; las vidas de estos personajes a menudo dan relevancia a aquellas experiencias íntimas, que destacan la soledad, el anhelo de felicidad humana y de consuelo, y proyecta a través de ellos el tema de la visión interior, de la experiencia íntima y profunda; a través de sus voces, de la revelación de sus secretos, deseos y miedos proyecta la pluralidad social de los conflictos de la época que reflejan. Como señaló el propio autor sobre los personajes que pueblan estas narraciones, “bien insignificantes son; pero en realidad son los únicos importantes en ese mundo”.

Cuando yo fui monaguillo, anduve un día por la estepa rusa; aunque yo la estepa rusa sólo la he visto en una lámina de la enciclopedia de la escuela y en un libro muy grande de estampas que había allí, y, otra vez, en un cine que pusieron: una gran extensión de tierra, blanca y dura por la helada, y como con cristalillos incrustados; o como una sábana inmensa, cuando estaba nevada, que no se acababa nunca, y, no se veían nada más que de vez en cuando unos árboles y un pueblo, o una iglesia con las torres redondas. («La estepa rusa»)

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Lo que resulta ahora es que, como nosotros dábamos tanta Historia Sagrada en la escuela, los que entonces éramos muchachos nos sabíamos muchos nombres e historias que ahora ya los jóvenes de ahora ni se los pasa por la imaginación. Y los días de escuela que más nos gustaban eran precisamente los miércoles, porque era el día que dábamos Historia Sagrada casi toda la mañana; y era lo más bonito, cuando la historia de Esaú y Jacob, por ejemplo: cuando Esaú llegó muerto de hambre a su casa, después de estar cazando todo el día, y vio a su hermano Jacob que se estaba comiendo en la cocina un plato de lentejas, y se lo cambió por la primogenitura, que era una cosa que había entonces, una ley que decía que todo pertenecía al hermano mayor. Y luego también, cuando Jacob se puso la piel de un cabrito sobre los hombros, y su padre, que estaba ciego, le confundió con Esaú que tenía mucho pelo en los brazos y en todo el cuerpo. Y lo mismo cuando Jacob iba a buscar novia para casarse y se encontró con su prima Raquel que estaba dando de beber a las ovejas, o cuando ya era viejo y lloraba cuando le trajeron una túnica de su hijo José y él creía que le habían devorado los leones. ¡Cuidado que era bonito! («La sulamita»)

En fin, Los grandes relatos es otro melancólico y precioso libro de José Jiménez Lozano, de lectura muy recomendable, sobre todo si se quiere huir de los superventas de moda.

Puntuación: 5 (de 5)
Anthropos Editorial (1992)
Colección: Narrativa, 33
144 págs.

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José Jiménez Lozano (Langa, Ávila 1938) Periodista y escritor español que recibió el Premio Cervantes en 2002. Se dio a conocer como periodista en El Norte de Castilla y en la revista Destino, donde mostró disconformidad con el catolicismo imperante en una serie titulada Cartas de un cristiano impaciente.

Gran conocedor de la mística española, calificado de “escritor castellano y religioso”, se familiarizó de la mano de A. Castro con la herencia judía y árabe y buscó las claves de la convivencia de los españoles en ensayos como Nosotros los judíos (1961), Los cementerios civiles y la heterodoxia española (1979) o Guía espiritual de Castilla (1984). Es autor de novelas y relatos cuya novedad no consiste en grandes aportaciones formales sino en la búsqueda en el lado oculto de la realidad, de modo que el presente, lo visible, queda así desenmascarado en su fatuidad: El sambenito (1972), El santo de mayo (1976), Duelo en la casa grande (1982), El grano de maíz rojo (1988; premio Nacional de la Crítica), La boda de Ángela (1993). Inició un diario personal con la publicación de Los tres cuadernos rojos (1985) y lo prosiguió en Segundo abecedario (1992), obras en las que el autor recoge sus notas personales comprendidas entre 1984 y 1988. En 1992 le fue otorgado el Premio Nacional de las Letras Españolas por el conjunto de su obra literaria. Ese mismo año publicó El mudejarillo, una biografía sobre San Juan de la Cruz. En 1993 publicó Objetos perdidos, una antología de cuentos literarios.

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